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CONTRA LA CORRIENTE

LA LUCHA CONTRA LA DOMINACIÓN BURGUESA Y LA FALSA CONTRADICCIÓN ENTRE “DICTADURA” Y “DEMOCRACIA”:

Las elecciones presidenciales han sido presentadas por los medios de comunicación como un gran cambio en la escena política nacional. La enorme votación de la Derecha, es interpretada como un acontecimiento que trastorna la vieja estructura partidaria de los “tres tercios”. Eso al menos en las alegres cuentas de la Derecha, ya que la Concertación simplemente no ha dado explicación a este fenómeno, pero vemos que han aceptado esta tesis toda vez que la campaña electoral para la segunda vuelta, ha puesto a Lagos a hacer una idéntica campaña a la de Lavín.
            Sin embargo, las cosas no son tan simples como contabilizar votos y cambiar con este sólo hecho la realidad del país, aunque la burguesía sueñe con reducir toda la actividad de las masas a su calendario electoral.
            A esta misma ficción han cedido espacio el stalinismo (PC) y otros grupos de “izquierda”. El pasado 2 de Enero, en el Mercurio, el “generalísimo” de la campaña de la Gladys Marín, Tomás Moulian, señaló que las elecciones “reflejaron que el 96% del electorado apoya al régimen y a su modelo neoliberal, lo que plantea una tarea muy dura a la Izquierda”, más adelante responsabiliza al Gobierno del avance de la Derecha. La conclusión que sacan -como vemos en nota aparte- es un encubierto apoyo a Lagos.

 

la ficción de la “democracia” y la cuestión de su carácter de clase
            La realidad es algo mucho más vivo y complejo que un montón de encuestas y votos. La comprensión de los procesos sociales debe considerar estos elementos aludidos, pero en un lugar muy secundario, por cuanto lo fundamental es la determinación del desarrollo de la lucha de clases, de qué forma se traba ese enfrentamiento, cuáles son las perspectivas y -lo que es fundamental- cómo se arma políticamente a las masas para su pelea por la revolución. En esta lucha resulta fundamental el desenmascaramiento de la farsa democrática que vivimos y de su circo electoral.
            Nuestra tendencia internacional causa irritación en el revisionismo del marxismo, por levantar abierta y públicamente la Dictadura del Proletariado. Una de las explicaciones de esa irritación es hasta que punto el Imperialismo ha logrado escindir en la conciencia de las masas la forma del contenido, haciendo de la democracia un fin en sí mismo, para ocultar cual taparrabos, sus verdaderos objetivos, la preservación del orden burgués.
            Que haya elecciones, que funcione un parlamento, que se goce relativamente de libertades públicas, configura tan sólo una apariencia, una cobertura: la superestructura de la sociedad.
            Su verdadero contenido está dado por su estructura económica: cómo se produce, cuál es la relación que se establece entre los hombres para producir, qué clase es la dueña de los medios de producción. En el Chile de hoy los propietarios de las fábricas, minas y tierras son cada vez un puñado más reducido. Este proceso de concentración del capital se hizo a costa de la propiedad estatal burguesa privatizada, y de la quiebra y ruina de sectores burgueses más débiles. Pero se hizo fundamentalmente merced a una fenomenal transferencia de ingresos del movimiento obrero y asalariados en favor del gran capital.
            Hoy con Frei, mañana con Lagos (lo más probable) o Lavín, da lo mismo, la democracia burguesa ha sido la forma política para asegurar ese proceso de concentración capitalista y de expoliación de las masas.
            La cesantía creciente, la miseria salarial, la destrucción de la salud y educación públicas ( le llaman “modernización”), la falta más absoluta de perspectivas para la juventud, y la apuesta a la muerte de los jubilados como “solución” al problema previsional, representan, en apretado resumen, la ESENCIA de esta sociedad capitalista. Esta esencia determina el carácter de DICTADURA de la burguesía. Es que la capacidad de la clase dominante para imponer sus intereses de clase tiene su raíz en el dominio de los medios de producción que ejerce, lo que determina la alienación de la clase obrera y de una masa creciente de explotados, en la ciudad y el campo.
            La naturaleza dictatorial del Estado burgués no se desprende, por lo tanto, de la forma política que asuma, sino de su propio carácter de clase que impone violenta y cotidianamente al explotado, las propias condiciones de su explotación. ESTO ES DICTADURA Y NO DEMOCRACIA.
            Pero si la “democracia burguesa” encubre la dictadura del capitalismo, la dictadura del proletariado encarna al más democrático de los sistemas. También en este caso corresponde establecer la relación dialéctica entre forma y contenido. Corresponde demostrar por qué la esencia de la revolución proletaria (la expropiación por la violencia de las masas de los medios de producción, y la instauración de una planificación socialista de la economía), se aprecia en cada una de las manifestaciones formales del régimen político. Cuando esas manifestaciones formales se identifican cada vez más con las formas más abyectas de la dictadura del capitalismo, es señal inequívoca de que se asiste a la negación de la dictadura del proletariado, a la degeneración del Estado Obrero. Y por lo tanto, a la negación también de la esencia de la revolución proletaria (lograr la victoria del socialismo a escala mundial), aunque todavía subsistan conquistas de esa revolución, la colectivización de la economía, la planificación socialista, etc..
            Los puntos en común que tuvieron en la década del 30 fascismo y stalinismo no surgieron como resultado de una  mera identidad formal, con contenido diferente. Por el contrario, la equivalencia en las formas de reacción política e ideológica fueron resultado de una unidad de objetivos: exterminar a la vanguardia revolucionaria cabalgando sobre el cansancio y desmoralización de las masas obreras (Guerra imperialista, civil en Rusia, derrota de la revolución alemana el 23, etc.).
            Producto de su indigencia teórica al obviar la caracterización de clase de la actual democracia, los stalinistas, y la izquierda reformista y proburguesa en general, nos han acostumbrado en los últimos años a la idea de que los revolucionarios debemos dedicarnos a buscar la más amplia unidad para borrar los “enclaves pinochetistas o dictatoriales”. Precisamente hoy, en una conducta de demencial electoralismo, se disponen a prestar -directa o indirectamente- su apoyo a Lagos con la idea de que así se evitaría el “retroceso” que significaría la elección de Lavín, como si hubiera alguna diferencia entre ambos. Se busca contraponer las instituciones “pinochetistas” de aquellas que son “democráticas”, sin comprender que la institucionalidad burguesa en su conjunto -Lagos y Lavín parte de ella- se encuentra al servicio de la dominación de la burguesía sobre la sociedad como un todo.
            Y es así como, con mayor o menor consenso, con más o menos senadores designados, el régimen político instaurado en Chile a partir del 11 de Marzo de 1990 garantizó a la burguesía conquistas inapreciables, e impuso un retroceso histórico a las condiciones de vida de las masas. El discurso concertacionista de “democracia y reconciliación”, con la versión stalinista de “profundizar la democracia”, terminó exactamente  en su contrario: fue en el altar de la democracia burguesa donde se sacrificaron las reivindicaciones más elementales  de las masas, incluidas sus aspiraciones democráticas (cárcel a los genocidas, por ejemplo).
            La identidad de objetivos entre las distintas formas políticas de dominación del Estado Burgués, no niega que se produzcan roces y hasta duros enfrentamientos entre los representantes de ellas. Uno de los móviles de la detención de Pinochet en Londres, además de las décadas de lucha democrática de las masas europeas, fue precisamente el plan de desmantelamiento del pinochetismo en cuanto se constituyó en un estorbo para avanzar en el proceso de privatizaciones del Cobre, financista principal de las FFAA. No es primera vez que distinguidos agentes directos de los yanquis caen en desgracia luego de haber cumplido su cometido, como son los casos de Hussein y Noriega.
            El punto de vista revolucionario debe saber ver estas contradicciones. Ni hablar de las diferencias entre regímenes políticos, por ejemplo entre la dictadura pinochetista y el actual gobierno concertacionista. Pero no hacemos, como hacen los oportunistas, para embellecer a uno respecto de otro, sino para mejor demostrar su identidad de clase reaccionaria. Y esto para mejor combatir a la clase enemiga, para mejor luchar por su derrocamiento por la vía revolucionaria.

 

cómo opera la dictadura capitalista en “democracia”
            La democracia burguesa necesita, para cumplir con su función de instrumento de la clase dominante, de las siguientes herramientas:
1.- Mediatización del mandato popular.           Es decir, divorciar al “representante del pueblo”, del pueblo mismo, de modo que el voto que  lo eligió haya servido tan sólo como recurso transitorio de legitimación. La cultura popular ya ha acuñado hace mucho el “prometen, prometen y no cumplen” que expresa vivamente este problema.
            Esta mediatización -que es una verdadera alienación ideológica de la voluntad de clase-  es fundamental, ya que permite al “representante” negar toda posibilidad de democracia directa, del control del pueblo de su accionar. Del mismo modo, le permite a la clase dominante total impunidad para instrumentar todos los mecanismos de represión y corrupción  que requiera. El “representante del pueblo” queda así atrapado en una verdadera red de intereses, de clientelismo político. Más temprano que tarde, tal “ser social” puede más que cualquier convicción moral o ética, y el otrora honesto candidato deviene en un corrupto político burgués.
            Desde luego este mecanismo va minando las ilusiones de las masas en la democracia burguesa. Pero desde ahora debemos advertir que tal ruptura no se consumará acabadamente mientras no se opongan, cotidianamente, los métodos de la democracia obrera. Así como no se extraigan, mediante la acción política consciente del partido revolucionario, todas las conclusiones de este contraste entre la democracia obrera y burguesa, entre el político burgués y el proletario.
            Si se entiende la importancia erradicar estas prácticas de la conciencia de las masas, se comprenderá nuestra crítica a diversas iniciativas adoptadas en las organizaciones de trabajadores, tendientes a introducirles elementos de democracia burguesa. Tal es el caso del “Plebiscito” que convocó Cabrera en la CONFENATS para que las bases se “pronuncien” sobre las políticas gubernamentales en la Salud. Las bases no pueden ser maniobradas de esa forma pues lo que les compete no es responder las dudas existenciales de la burocracia, sino el debatir sus problemas y reivindicaciones para salir a luchar, no para llenar urnas ni listas de firmas.
2.- Otro aspecto en el que se manifiesta el carácter dictatorial de la democracia burguesa, es en la llamada “división de poderes” del Estado. Con ello se persigue en esencia preservar la continuidad de los intereses capitalistas, con relativa independencia de las inevitables crisis políticas y de los reclamos de las masas.
            Hace unos meses visitó nuestro país el Presidente de la Corte Suprema de los EE.UU.,  y entrevistado por medios de prensa señaló con total crudeza que la función de la institución judicial era la preservación de valores democráticos EN LOS CUALES NO ERA ADMISIBLE LA DEMOCRACIA, señalando que dentro de estas cuestiones se encontraban las libertades individuales, que, como sabemos, tienen como base la propiedad privada de los medios de producción. Innúmeros ejemplos de esta concepción podemos encontrar en el papel que jugó la administración pública y el “poder” Judicial en Chile, tanto para el Golpe del 73, como durante la dictadura pinochetista.
            Esta continuidad jurídica del Estado explica que sigamos pagando la deuda externa contraída durante la dictadura, se ampare a los genocidas y la justicia siga administrada por los mismos fascistas que “legalizaran” la represión en nuestro país.
            De esta forma, las necesidades de las masas no chocan con tal o cual gobierno, sino que con la institucionalidad  burguesa en su conjunto, que en su más amplio espectro se encuentra totalmente fuera del alcance del sufragio popular
3.- Los elementos anteriores, mediatización del ejercicio del poder y separación de poderes, descansan sobre una premisa política fundamental: que la burguesía en cuanto clase gobernante, digamos que “suelta la cuerda” dando lugar a retaceadas libertades, sólo cuando logra imponer una derrota a las masas y aspira a conservar por largo tiempo una determinada forma política de dominación. Los militares salen de la escena política chilena -del primer plano al menos- primero por la lucha de masas, pero luego porque la burguesía logró recrear las ilusiones de las masas en la democracia burguesa, en esto consiste la esencia de la llamada “transición”.
            La burguesía logró “convencer” a las masas -doblegando su lucha- de que hay lugar para la democracia bajo su dominación de clase.    En este sentido cobra especial relevancia toda forma de dominación ideológica, pero especialmente aquella que se realiza a través de los medios de comunicación de masas, que auxiliados por las encuestas, juegan un papel trascendental en la “formación” de la opinión pública. Esta opinión pública, que luego se expresa en los resultados electorales, es el mero reflejo de la manipulación ideológica de la burguesía y en ningún caso, como temerariamente señalara Moulian que el 96% del electorado apoya al neoliberalismo, como citamos más arriba.
            El carácter dictatorial de los medios de comunicación arranca, en nuestro país, de la hiperconcentración de la propiedad de los mismos en manos de dos grupos: Mercurio y Copesa. De esta forma la opinión pública es moldeada a partir del entrelazamiento de los grandes monopolios con los propios capitalistas de la comunicación. Este moldeo de la opinión pública en general coincide con la línea directriz del Gobierno de turno, pero es casi imprescindible que una parte no lo haga de manera que parezca como  opositora cuando no contestataria. Las denuncias de los medios -que al unísono ponen y sacan temas de las pantallas de televisión- y las escasísimas polémicas que animan la vida periodística nacional, configuran el papel de una válvula de escape para la indignación popular.
            Lo esencial del papel de los medios de comunicación es asegurar, mediante una abrumadora cantidad de información y una unilateral visión de las cosas, la reproducción de la ideología de la clase dominante metida todos los días en cada hogar. Ello se refleja -por ejemplo- en la inundación y uniformidad del lenguaje político criollo. Durante la última década, de términos propios de la sociología norteamericana se han transformado en una plaga; así, hoy día todos hablan de “temas”, “escenarios” y fundan sus asertos en las sacrosantas encuestas de opinión, de ahí que se haya generalizado hasta el ridículo la muletilla de apoyar cualquier idea en un porcentaje, aspirando por esta vía a darle una perfomance científica a cualquier estupidez.
            La libertad de prensa bajo un régimen burgués es en verdad libertad de mercado, para imponer mediante un bombardeo de información, una determinada concepción ideológica. Esto le da especial relevancia a la lucha por la expropiación y socialización de los medios de comunicación.

 

qué hacer ante las elecciones
            De partida debemos señalar que nuestra intervención en las elecciones se encuentra sujeta a una condición ineludible: la existencia o no de ilusiones de las masas en las mismas elecciones. En el caso chileno resulta indudable que estas ilusiones están vigentes, al punto que el 96% del electorado se define e inscribe dentro de las principales variables del régimen.
            Sin embargo resulta ineludible señalar que, producto de la propia crisis capitalista, de su incapacidad para responder a los reclamos de las masas, las ilusiones en la democracia comienzan a decaer. Es precisamente ese agotamiento el que a su turno condiciona que los explotados vean la necesidad de otro régimen, de otro sistema. Este proceso es imposible sin la existencia del partido revolucionario, capaz de generalizar en términos de programa la propia experiencia de los explotados. Expresiones de este agotamiento son el descreimiento en los partidos políticos, la baja inscripción en los registros electorales (el 90% de los menores de 25 años no está inscrito), etc..
            No obstante este agotamiento relativo de las ilusiones de las masas, éste no se expresa, mecánicamente, en acción directa y revolucionaria de las masas, sino en un rechazo sordo y pasivo de éstas a la acción política, conocida por los explotados como mentiras y estafas.
            Los revolucionarios debemos apoyarnos en esta tendencia al agotamiento de las ilusiones democráticas, pero no para hacer una apología de la democracia como hace el PC, sino para potenciar la necesidad de otra política, la revolucionaria basada no en las encuestas, sino que en el debate de asambleas, no en el voto, sino que en la acción revolucionaria de las masas.
            La intervención electoral en estas circunstancias debe tener por principal objetivo la propaganda del programa revolucionario, de su estrategia, cuestión que debe ligarse a la intervención en las luchas por las reivindicaciones elementales de los trabajadores. Nuestra intervención en las elecciones se centra en aprovechar los espacios de debate abierto para educar a las masas en nuestra estrategia. Esto es, explicar con claridad que el capitalismo conduce a la humanidad a la barbarie y que ésta sólo puede evitarse con la revolución proletaria.
            La Revolución sólo puede ser impuesta por la fuerza, por la revolución social, por la acción violenta  de millones de explotados que ejerzan su dictadura (dictadura del proletariado), sobre esa minoría burguesa que, cotidianamente, ejerce su violencia y opresión. El carácter violento de la revolución emerge de las propias leyes del desarrollo histórico, y por lo tanto, configura una utopía la pretensión de llegar al socialismo sin destruir violentamente a la burguesía, a su Estado, a sus instituciones. Esta tarea revolucionaria forma parte de nuestra estrategia.
            La exposición abierta y clara de la estrategia forma parte de la construcción del partido de la revolución proletaria. El programa, no puede construirse en secreto. Debe ser proclamado, explicado, a fin de penetrar en las masas con él. La idea de ocultar los fines estratégicos para “no asustar a las masas”, o para facilitar la infiltración y no ser golpeados por la represión, es una tontería para justificar la sumisión al orden burgués. Este tipo de razonamiento es típico de la pequeña burguesía, en todas sus variantes políticas y es presentado como la necesaria “renovación del discurso de la Izquierda”. Foquistas, democratizantes y sindicalistas, transmiten esta misma frecuencia de ideas.
            Es moneda corriente en la izquierda la idea de que, además de ocultarse la estrategia, se deben estructurar frentes de unidad para intervenir en las elecciones. Desde 1990 el PC y sus satélites han creado para estos fines el PAÍS, el MIDA, el Foro por la Democracia, y otras rarezas todas con clara vocación electoral. Así como se crean desaparecen, en estos días se ha anunciado para marzo uno nuevo llamado por un Frente Anti Neoliberal , sin que exista una explicación ni un balance de su creación. La idea es muy simple: sumar votos. Esta táctica ha transformado a sus gestores en la pata izquierda del régimen, en grises y anónimos impulsores de la política del todos contra el pinochetismo y sus resultados los vimos el 12 de Diciembre pasado: han trabajado todos estos años para la Concertación, su “fuerza” acumulada de votos se fue hacia Lagos, porque esta misma izquierda la educó en la falsa contradicción democracia o dictadura.
            En definitiva, han prostituido la táctica de Frente Único. Esta táctica  tiene por función agrupar a los explotados a partir de la lucha por sus reivindicaciones, de modo de presentar un bloque unitario contra la burguesía, y jugar un papel desenmascarador de los traidores dentro del movimiento obrero. Nada más lejano a lo planteado por los “izquierdistas” que hemos citado, justamente porque estos reformistas han transformado esta táctica en su propia estrategia, haciendo de las elecciones el único o principal sentido de su accionar político. De esta forma se desfigura el sentido propagandístico de la intervención electoral de un partido revolucionario, para pasar a conformar “Frentes de Izquierda” con una excluyente función electoral.
            Al respecto, uno de los aportes más brillantes de León Trotsky está constituido por el desarrollo de la táctica de frente único, en especial por referencia a la Alemania de la década del 30, en pleno ascenso del fascismo. Aún dentro de la Internacional Comunista y sus secciones, la Oposición de Izquierda liderada por Trotsky actuaba como fracción interna de los partidos comunistas. En este marco, y ante las elecciones burguesas en Alemania que desembocarían en la quema del Reichstag y el ascenso de Hitler al poder, Trotsky escribió lo siguiente:
“Pero precisamente, en el campo de la propaganda, el frente único es inadmisible. La propaganda debe apoyarse en principios claros, en un programa definido: marchar separadamente, combatir juntos. El bloque sólo es para acciones prácticas de masa. Los compromisos por arriba, sin base de principios, sólo conducen a la confusión. La idea de que se propusiera el candidato por el frente único obrero es una idea radicalmente errónea. Sólo puede proponerse un candidato sobre la base de un programa definido. El partido no tiene el derecho de negarse, en el curso de las elecciones, a la movilización de sus adherentes y al cómputo de sus propias fuerzas. La candidatura del partido, opuesta a todas las demás candidaturas, no puede impedir en ningún caso el acuerdo con las organizaciones para los objetivos inmediatos de la lucha.”

 

¿ y el 16 de Enero ?
            El sentido de lo expuesto en esta nota es precisamente delimitar la política revolucionaria de aquella que se somete a la burguesía en su intervención en las elecciones. Está claro que la democracia burguesa no es más que una mascarada que encubre la dictadura del gran capital sobre el conjunto de la sociedad; que la propia concepción de “participación” burguesa sólo persigue el sometimiento ideológico -consecuencialmente- de la mayoría nacional; que, finalmente, la intervención de los revolucionarios en las elecciones burguesas persigue principalmente propagandear el programa revolucionario, cuestión que comienza por la denuncia del carácter fraudulento de las elecciones.
            Queda pendiente entonces, qué hacemos el próximo 16 de Enero. Obviamente llamamos a anular el voto y a estampar en él los reclamos de los más diversos sectores. La campaña en torno a esta cuestión -por más que el devorador calor veraniego adormezca a más de alguno- es fundamental para proyectar con claridad la necesidad de los obreros, estudiantes, campesinos, asalariados y explotados en general, que esta segunda vuelta es un fraude antidemocrático que pretende forzar la adscripción del electorado a las alternativas que ofrece el régimen. Lo que se persigue con este procedimiento es única y exclusivamente consolidar la idea de que toda actividad política debe seguir rigurosamente el libreto imperialista.
            Ambas candidaturas representan exactamente lo mismo, no hay mal menor. Ambos candidatos son enemigos declarados del pueblo y confesos sirvientes del imperialismo. Para parar a la Derecha es inútil votar por Lagos pues él también es de Derecha. Para parar a la Derecha realmente es necesario poner en pie a los explotados, señalarles con claridad meridiana que el camino de la resolución de sus reclamos diarios es la senda de su emancipación como clase, es el camino de la Revolución. Que de nada sirve votar a ningún candidato patronal y que es en la acción directa y no en la urna burguesa donde comenzará a encontrar respuesta a sus reclamos, como invariable e históricamente los trabajadores han obtenido todas sus conquistas y derechos. Que es imprescindible el agrupamiento de la vanguardia que se reclama de la revolución y del socialismo, que ha sonado la campana y ha llegado la hora de los explotados, que se debe luchar por poner en pie la dirección política de los explotados en lucha, el Partido Obrero Revolucionario.

 

Valdivia, 20 de Diciembre de 1999

 

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