CHILE POR UN PRECIPICIO ¿O ES QUE NADA PUEDE CAER DEL SUELO?
Nuestro programa partidario, votado en Febrero de 1998, precisa con claridad algo que es patrimonio del marxismo revolucionario contemporáneo: la burguesía criolla incapaz de desarrollar las tareas propias de las revoluciones burguesas, no tiene otro camino -para sobrevivir en el actual concierto mundial- que ponerse de rodillas ante el imperialismo. Es decir, el capitalismo chileno, sólo puede seguir el curso de la economía mundial: la fase imperialista de descomposición. No hay posibilidad alguna de desarrollo integral sobre bases capitalistas y en consecuencia, el remedo de democracia que episódicamente es capaz de ofrecer, no hará más que encubrir la dictadura del gran capital sobre la mayoría nacional.
Esta definición general, y como tal válida en lo general, sin embargo requiere su desarrollo político coyuntural para que no se transforme en letra muerta. Es necesario hacer las precisiones que permitan a esta conquista programática transformarse en un instrumento para la militancia diaria. Quizás, hemos pecado de abstraccionismo y no hemos sido capaces como colectivo de sacar todas las conclusiones que esta definición nos obliga a sacar. Para ser más exactos, para sacar las conclusiones que la realidad nos obliga a sacar.
Hacemos este alcance, precisamente, porque creemos que la situación política nacional (consecuencia de nuestro deficiente trabajo partidario este año) no ha merecido el conveniente análisis militante que la realidad nos demandaba. Hemos caído un poco, en el facilismo de las grandes definiciones, con la equivocada idea de que el programa puede sobrevivir como texto, siendo por el contrario escencialmente una guía para la acción. Esta desviación que nos autocriticamos en general ha tenido especial significación en el análisis de la situación chilena. Una visión generalista sobre el punto nos ha conducido a planteamientos unilaterales. Por ello en esta nota trataremos de abordar la cuestiones más distintivas del momento político de forma de encuadrarlas en nuestro Programa, nuestra teoría de la revolución proletaria en Chile.
Recientemente, ya de forma grosera, capitales principalmente españoles y norteamericanos han entrado a tomar el control de las principales Administradoras de Fondos de Pensiones y de los Bancos Privados de mayor capital. Es lo que ha ocurrido con la AFP Santa María y Provida, a manos de grupos españoles; el holding ENDESA España se ha apoderado de su homónima nacional, como de ENERSIS; lo mismo ha ocurrido con la sanitaria EMOS, también en manos españolas. Sólo este año los españoles han traído al país 5.000 mil millones de dólares, lo que constituye cerca del 60% de la inversión extranjera en Chile en el curso de este año.
Esta masiva llegada de capitales transnacionales a Chile ha sido presentada como “globalización”. Bam Bam Zamorano sale todos los días en TV explicándonos que el cambio de “CTC” por “Telefónica” es sinónimo de integración con el mundo, esto sería algo tan radical como el derrumbe de la cordillera de Los Andes. La realidad es muy distinta y es muy fácil de observar: cada dólar que llega a nuestra economía semicolonial no viene sino a acentuar la opresión imperialista, ese dólar no sólo se devolverá multiplicado (por algo es inversión), sino que además será expropiado a los trabajadores chilenos mediante la explotación de su fuerza de trabajo.
Los resultados están a la vista: mientras nuestro país pareciera ser indundado por un torrente de dólares su efecto se deja sentir sobre las espaldas de los trabajadores: las más altas tasas de cesantía desde la crisis del 81, alcanzando sólo según las cifras oficiales a un 10,5%, cifra que no considera el extenso subempleo, por lo que la mano de obra excedentaria, crónica, dura, alcanza fácilmente al tercio de la fuerza de trabajo.
Es más, las masivas quiebras en el sector industrial que es el más golpeado por la cesantía, forman parte de un proceso irreversible de concentración de capital y de reemplazo de bienes de capital por otros más tecnificados (principalmente informática microelectrónica), cuestión que de conjunto no hace más que reducir aún más la fuerza de trabajo aplicada al proceso productivo. Esta es una tendencia mundial, el caso más notable de todos, en 1997, fue el de la empresa japonesa Fanuc, donde la misma manufactura de robots se ha robotizado. En una de sus plantas, totalmente automatizada, 70 trabajadores y 130 robots producen 18 mil motores al mes. La planta costó 32 millones de dólares que es aproximadamente un décimo de lo que habría costado una fábrica convencional, y requiere sólo un décimo del número de trabajadores.
Este fenómeno, ha sido la base material que ha permitido al capital avanzar sobre los obreros en todo el mundo mediante la imposición de políticas de “flexibilización” o precarización del empleo. Por lo mismo, en las economías metropolitanas se ha hecho necesaria de un modo creciente la intervención del Estado en orden favorecer la creación de empleo improductivo igualmente precarizado (mucho del cual se engloba bajo el eufemismo de “servicios”), como herramienta para garantizar el ciclo reproductivo del capital, subsidiando la demanda con estas medidas. En la actualidad este Estado de “bienestar” keynesiano es el que hace aguas de forma incontenible.
En nuestro país, como en toda economía capitalista atrasada y semicolonial, esta ofensiva patronal se expresa de la manera más brutal ya que el régimen carece de los más elementales recursos para salvar su propia economía, toda vez que la burguesía criolla no es sino un dócil instrumento del capital transnacional imperialista. De hecho el efecto económico más relevante de esta marea de capital imperialista que ha llegado , ha significado que grupos económicos -como el Yuraszeck- simplemente hayan desaparecido y que muchos de los audaces ejecutivos de comienzos de década si no están cesantes, han pasado a ocupar papeles subordinados en la administración de empresas que han sido enajenadas a capitales extranjeros. Esta última cuestión ha sido analizada ampliamente, incluso desde una óptica psicológica, por los principales medios de comunicación del régimen.
En definitiva, la recesión económica que arrecia sobre nuestro país ha demostrado cuestiones trascendentales:
1.- Que la crisis económica mundial, expresada en nuestro país, sólo puede profundizarse en términos de atacar la condición de vida de las masas, tendencia que no es posible revertir dentro de los marcos del régimen capitalista. La burguesía será incapaz de recrear los 300.000 empleos perdidos principalmente en el área industrial durante este año, y todos los “paliativos” apuntan exclusivamente a minar la capacidad de resistencia de las masas frente a estas medidas. La ciudad de Lota es la expresión más viva de esto. Respecto de la masa empleada, ésta subsistirá a condición de extremar aún más la tasa de explotación. Nuestro país encabeza la lista MUNDIAL de países en los que más tiempo se trabaja, superando inclusive a Corea y Japón, los resultados son igualmente elocuentes: Chile exhibe la segunda más alta tasa de suicidios y de maltrato infantil, y la tercera más alta de depresión (la OMS indica que se estima que un tercio de la población sufre de este mal).
2.- Que la concentración de capital y su extranjerización acarrea la concentración y endurecimiento del régimen en lo político. De un modo especial esto contribuye a fortalecer el sometimiento de la burguesía criolla al imperialismo, cuestión que de conjunto redunda en un incremento creciente de la opresión imperialista sobre nuestra nación. La patética impotencia del Régimen frente a la detención de Pinochet en Londres y la “pinochetización” del Gobierno; la fascistización de la formas de represión (sólo este año se ha encarcelado a 12 nuevos presos políticos) que ha merecido una nueva condena por parte de Amnesty Internacional, son un resumen de este fenómeno.
3.- Que la crisis interburguesa abierta con la recesión del 81 y que se expresó con la polarización entre la burguesía tradicional y los grupos económicos –fenómeno que acarreó inclusive el debilitamiento de la Dictadura pinochetista- ha terminado definiéndose ya de un modo más o menos definitivo a favor de los grandes oligopolios y de las transnacionales. Esto, lejos de darle estabilidad al régimen, lo transforma en una bomba de tiempo, toda vez que se hará más agudo el enfrentamiento entre el imperialismo y la nación oprimida.
Igualmente señalamos que invariablemente Pinochet sería liberado, basándonos en que había sido apresado por la Justicia británica y española, igualmente genocidas. En esta última cuestión, la falta de una adecuada caracterización de la situación política europea –y especialmente inglesa- nos jugó una mala pasada: no vimos con toda claridad el peso de la lucha democrática al otro lado del Atlántico. Nos limitamos a formular un pronóstico alternativo basado en el peso que pudiese tener la lucha de masas para mantener a Pinochet detenido, hecho que caracterizamos en todo caso como un triunfo de la lucha de masas.
Nuestro error fue subestimar este último elemento a la hora de lograr que el genocida siguiese detenido. Hecha esta salvedad, nuestra concepción del problema demostró a líneas gruesas entera corrección: la crisis abierta en el Régimen producto de la detención de Pinochet no puede ser cerrada y consiste precisamente en que el “antipinochetismo” (nombre que asignamos a las ilusiones en la democracia burguesa en el Chile de hoy) ha sufrido un duro golpe. El Gobierno concertacionista ha debido demostrar a las claras su compromiso “carnal” con Pinochet, precisamente porque es un Gobierno de genocidas, que se asientan, se paran sobre el genocidio.
En este contexto, la formación de la llamada “Mesa de Diálogo” entre abogados de DDHH y las FFAA, constituye un paso –cuya efectividad aún está por verse- decisivo para establecer las bases de una ley de Punto Final a cambio de la entrega de información y de algunos agentes represivos ultraexpuestos (ex agentes de seguridad, oficiales directamente implicados en tareas operativas). Como certeramente la han definido las organizaciones de DDHH, la Mesa es “la pista de aterrizaje para la llegada de Pinochet”.
Esta cuestión ha incidido poderosamente sobre la campaña presidencial en curso, ya que la extrema derechización de la política gubernamental ha presionado a los candidatos para que se solidaricen con un línea tan antipopular –y políticamente tan inútil- como es la defensa del Genocida. Los principales candidatos con opción electoral, Lagos y Lavín, se han solidarizado con la política de Frei respecto de Pinochet que no es otra cosa que la línea de la burguesía criolla. Esta cuestión, como la falta de opciones que representan los candidatos en la pista de carrera, hace de la campaña electoral una mera repetición de las anteriores elecciones. Las masas irán a participar de las elecciones como simple reflejo de su ilusión en el sistema, pero sin que realmente crean que de esta elección pueda resultar un cambio en su situación actual. Hay ilusiones en el capitalismo, como simple expresión de la falta de una alternativa de tipo revolucionaria, e inclusive como resultado de la simple falta de verdadera oposición al Gobierno concertacionista.
Frente a este marco las demás candidaturas, la del fascista Frei Bolívar, que es un reedición de las candidaturas nostálgicas de los milicos; la de Hirsch, que apuesta a una polémica más agresiva en la cuestión de las libertades democráticas; la de Sara Larraín, que pretende nuclear a ONGs y reflotar una plataforma que permita sobrevivir a los proyectos ambientalistas; y la de Gladys Marín, que es la última versión del largo ruego de los comunistas por ocupar un espacio en el régimen; realmente, y así lo percibe la amplia masa, no representan siquiera una seria oposición al Gobierno. De ahí que su incidencia sea mínima en términos electorales y nula en términos del desarrollo de la lucha de clases.
Sin embargo, el rasgo más distintivo y elocuente de la actual conducta del Régimen lo representa su endurecimiento en términos de represión. La infame campaña en contra de los “encapuchados”, la militarización de la zona de Arauco-Malleco y la persecusión de activistas y dirigentes sindicales, marcan una tendencia que no se había observado en nuestro país en los últimos diez años. El Gobierno, incapaz de neutralizar los movimientos, se ve obligado a reprimir con dureza con la finalidad de impedir que estos conflictos se expandan, pero reprime de forma especialmente escandalosa porque crecientemente necesita del terror para paralizar a la vanguardia y desarticularla, de ahí la amplia cobertura que hacen los medios de comunicación de hechos que antes simplemente eran ignorados.
Esto, de todos modos, tiene muy poca viabilidad ya que es inconsistente con la vigencia de un Régimen que al menos formalmente trata de aparecer como democrático. Por otro lado, en la totalidad de los casos en que el Gobierno ha debido recurrir a estos métodos, ello ha sido empujado por la ausencia de un aparato burocrático ligado a los partidos del Régimen (Derecha, Concertación o PC). Efectivamente, tanto en el movimiento mapuche, como en algunas universidades y en franjas de activistas sindicales, la presencia oficialista-PC es virtualmente nula. Por ello sostenemos que de conjunto el Régimen aparece adoptando rasgos fascistas una vez que ha debido, como decíamos más arriba, necesariamente soltarse las trenzas.
El principal obstáculo que enfrentan las masas para desplegar todo su poder en el enfrentamiento al Gobierno concertacionista y a sus planes pro-imperialistas y antiobreros, lo constituye la ausencia de una dirección revolucionaria. Tal afirmación, que es uno de nuestros pilares programáticos, adquiere en nuestros días una vigencia dramática.
Hemos visto como uno a uno movimientos de gran magnitud en nuestro país ha perecido ante el más absoluto aislamiento, cuestión que pone en evidencia la obsolescencia de las direcciones de la izquierda, encaramadas en las principales organizaciones obreras y estudiantiles del movimiento de masas.
Este proceso se viene verificando durante el transcurso de esta década caracterizada por la falta de referentes que agrupen a la vanguardia. Resultado de esta inorganicidad es que pasados los movimientos no subsisten organizaciones capaces de aquilatar la experiencia adquirida, lo que redunda en que una nueva ofensiva de las masas las encuentra sin el más mínimo referente aglutinador.
Un caso especialmente ilustrativo es el del “encapuchado” Guillermo Schultz de la Universidad ARCIS, detenido y pasado a Fiscalía Militar como autor del lanzamiento de una bomba molotov a un carabinero que resultó por esto con el rostro quemado; este estudiante, luego de haber sido detenido, incomunicado y procesado como autor del delito de maltrato de obra, es –en fallo dividido- absuelto y desprocesado; en esta circunstancia, al salir de la Cárcel luego de un mes- Schultz sale diciendo que irá a pedir disculpas al Carabinero herido, que nada tenía que ver con la manifestación y que la Universidad ARCIS debía extremar medidas de control para impedir el acceso de agitadores a la institución.
¿Cómo podemos entender esta conducta, por lo demás tan común en estos presos políticos del “nuevo” tipo?. La respuesta no la podemos restringir ni limitar a especiales características de tal o cual. Ella debe ser buscada en las características de la vanguardia y en su entorno. Al ser detenido Schultz, como le ocurre a la generalidad de los encarcelados por el Gobierno, el aislamiento organizativo y político es total: los partidos (ni siquiera el PC) no los consideran presos políticos y nada hacen por ellos; sus propios compañeros, de débiles organismos sindicales o “colectivos” estudiantiles, tienden a retroceder y no tienen una concepción política mayor que les permita enfrentar la represión precisamente porque se trata de organizaciones meramente reivindicativas o “temáticas”; los propios presos, carecen de formación política, de una ideología o programa que les permita enfrentar la represión. Por eso la actitud de Schultz, defensiva, de negar su participación en los hechos y a ratos policíaca, es la viva representación de la ausencia de un programa revolucionario enraizado partidariamente en la vanguardia.
Este fenómeno de despolitización ha permitido a la burguesía seguir adelante en su ofensiva contra las masas. Ante la comprobada bancarrota de los partidos de la izquierda stalinista o socialdemócrata, se hace imprescindible la estructuración del Partido Obrero Revolucionario, el retraso en su estructuración no hará sino profundizar el retroceso político y la descomposición social a la que ésta conduce. El PC que oficia de “Mi Pie Izquierdo” del modelo, que se presenta como “la alternativa de cambio”, los “antineoliberales” y otras joyitas políticas, es el principal responsable de este proceso. Ellos han terminado aislando a la vanguardia, llevándola al despeñadero, en los 70 con la política frentepopulista con la que criminalmente condujeron a la masacre en la que desmbocó la UP, en los 80 con la banderita foquista del FPMR, en los 90 con el electoralismo democratizante más embrutecedor.
Con la candidatura de Gladys Marín, siguen en este último camino. Así como en Febrero del 98 –con el entusiasmo de las parlamentarias- lanzaron su burguesa “Plataforma Democrática de la Izquierda”, hoy día reflotan estas concepciones en el Programa de Gobierno de su candidatura. En este Programa, luego de algunas vagas definiciones izquierdistas en materia de DDHH (piden la anulación de la Amnistía y el juicio y castigo a los asesinos, pero no dicen qué tribunales aplicaran estas medidas), Salud y Eduación (No hablan ni de Educación ni Salud Gratuitas), se nos vuelven a presentar como descarados pro-imperialistas: plantean el desarrollo de una nueva fase de industrialización (exactamente el mismo planteamiento de la SOFOFA) con participación del Estado y particulares. Para ello no plantean ninguna tarea antiimperialista, ni de la más elemental de las defensas arancelarias, de hecho descaradamente declaran que están por una misteriosa “nueva forma de insertarse en la globalización”. Su postura es tan rastrera, que en una entrevista registrada en la página web de “La Tercera”, Gladys Marín dice que en un Gobierno del PC “los inversionistas extranjeros nada deberían temer pues lo que su gobierno buscaría es una relación armónica de ellos con los intereses nacionales”.
El verdadero objetivo de este “Programa”, es la incorporación del PC a la institucionalidad burguesa. Para ello proponen un Plebiscito que convoque a una Asamblea Constituyente que, textual, “termine con los Senadores Designados, Consejo de Seguridad Nacional, el sistema binominal y promueva la regionalización”. Esto es exactamente, calcado el Programa de la Concertación, con la sola diferencia de que para viabilizarlo proponen la realización de un plebiscito. En definitiva, se trata de un Programa democratizante, hecho a la medida de los intereses de la burguesía y el imperialismo con el cual se pretende recrear ilusiones en el putrefacto orden capitalista. Esta es la raíz política de la debilidad del movimiento de masas, quienes se presentan como izquierdistas no son más que impostores al servicio del gran capital.
Esta definición general, y como tal válida en lo general, sin embargo requiere su desarrollo político coyuntural para que no se transforme en letra muerta. Es necesario hacer las precisiones que permitan a esta conquista programática transformarse en un instrumento para la militancia diaria. Quizás, hemos pecado de abstraccionismo y no hemos sido capaces como colectivo de sacar todas las conclusiones que esta definición nos obliga a sacar. Para ser más exactos, para sacar las conclusiones que la realidad nos obliga a sacar.
Hacemos este alcance, precisamente, porque creemos que la situación política nacional (consecuencia de nuestro deficiente trabajo partidario este año) no ha merecido el conveniente análisis militante que la realidad nos demandaba. Hemos caído un poco, en el facilismo de las grandes definiciones, con la equivocada idea de que el programa puede sobrevivir como texto, siendo por el contrario escencialmente una guía para la acción. Esta desviación que nos autocriticamos en general ha tenido especial significación en el análisis de la situación chilena. Una visión generalista sobre el punto nos ha conducido a planteamientos unilaterales. Por ello en esta nota trataremos de abordar la cuestiones más distintivas del momento político de forma de encuadrarlas en nuestro Programa, nuestra teoría de la revolución proletaria en Chile.
LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL EN CHILE
Los últimos años hemos asistido al agotamiento del patrón de acumulación capitalista en nuestro país, que tuvo sus más altas expresiones en la conformación de tres o cuatro grandes grupos económicos (Luksic, Matte, Yuraszek y Angelini) que llegaron a concentrar más del 40% del PIB. Sin embargo, desde comienzos de los 90 el factor más dinámico del proceso de acumulación estuvo marcado por la masiva afluencia de capitales que llegaban a lucrar con el estabilizado modelo pinochetista. Esta cuestión no ha sido analizada en toda su profundidad y su caracterización es fundamental para precisar los rasgos que asume la opresión imperialista en Chile, a partir de la relación de la metrópoli con la burguesía criolla.Recientemente, ya de forma grosera, capitales principalmente españoles y norteamericanos han entrado a tomar el control de las principales Administradoras de Fondos de Pensiones y de los Bancos Privados de mayor capital. Es lo que ha ocurrido con la AFP Santa María y Provida, a manos de grupos españoles; el holding ENDESA España se ha apoderado de su homónima nacional, como de ENERSIS; lo mismo ha ocurrido con la sanitaria EMOS, también en manos españolas. Sólo este año los españoles han traído al país 5.000 mil millones de dólares, lo que constituye cerca del 60% de la inversión extranjera en Chile en el curso de este año.
Esta masiva llegada de capitales transnacionales a Chile ha sido presentada como “globalización”. Bam Bam Zamorano sale todos los días en TV explicándonos que el cambio de “CTC” por “Telefónica” es sinónimo de integración con el mundo, esto sería algo tan radical como el derrumbe de la cordillera de Los Andes. La realidad es muy distinta y es muy fácil de observar: cada dólar que llega a nuestra economía semicolonial no viene sino a acentuar la opresión imperialista, ese dólar no sólo se devolverá multiplicado (por algo es inversión), sino que además será expropiado a los trabajadores chilenos mediante la explotación de su fuerza de trabajo.
Los resultados están a la vista: mientras nuestro país pareciera ser indundado por un torrente de dólares su efecto se deja sentir sobre las espaldas de los trabajadores: las más altas tasas de cesantía desde la crisis del 81, alcanzando sólo según las cifras oficiales a un 10,5%, cifra que no considera el extenso subempleo, por lo que la mano de obra excedentaria, crónica, dura, alcanza fácilmente al tercio de la fuerza de trabajo.
Es más, las masivas quiebras en el sector industrial que es el más golpeado por la cesantía, forman parte de un proceso irreversible de concentración de capital y de reemplazo de bienes de capital por otros más tecnificados (principalmente informática microelectrónica), cuestión que de conjunto no hace más que reducir aún más la fuerza de trabajo aplicada al proceso productivo. Esta es una tendencia mundial, el caso más notable de todos, en 1997, fue el de la empresa japonesa Fanuc, donde la misma manufactura de robots se ha robotizado. En una de sus plantas, totalmente automatizada, 70 trabajadores y 130 robots producen 18 mil motores al mes. La planta costó 32 millones de dólares que es aproximadamente un décimo de lo que habría costado una fábrica convencional, y requiere sólo un décimo del número de trabajadores.
Este fenómeno, ha sido la base material que ha permitido al capital avanzar sobre los obreros en todo el mundo mediante la imposición de políticas de “flexibilización” o precarización del empleo. Por lo mismo, en las economías metropolitanas se ha hecho necesaria de un modo creciente la intervención del Estado en orden favorecer la creación de empleo improductivo igualmente precarizado (mucho del cual se engloba bajo el eufemismo de “servicios”), como herramienta para garantizar el ciclo reproductivo del capital, subsidiando la demanda con estas medidas. En la actualidad este Estado de “bienestar” keynesiano es el que hace aguas de forma incontenible.
En nuestro país, como en toda economía capitalista atrasada y semicolonial, esta ofensiva patronal se expresa de la manera más brutal ya que el régimen carece de los más elementales recursos para salvar su propia economía, toda vez que la burguesía criolla no es sino un dócil instrumento del capital transnacional imperialista. De hecho el efecto económico más relevante de esta marea de capital imperialista que ha llegado , ha significado que grupos económicos -como el Yuraszeck- simplemente hayan desaparecido y que muchos de los audaces ejecutivos de comienzos de década si no están cesantes, han pasado a ocupar papeles subordinados en la administración de empresas que han sido enajenadas a capitales extranjeros. Esta última cuestión ha sido analizada ampliamente, incluso desde una óptica psicológica, por los principales medios de comunicación del régimen.
En definitiva, la recesión económica que arrecia sobre nuestro país ha demostrado cuestiones trascendentales:
1.- Que la crisis económica mundial, expresada en nuestro país, sólo puede profundizarse en términos de atacar la condición de vida de las masas, tendencia que no es posible revertir dentro de los marcos del régimen capitalista. La burguesía será incapaz de recrear los 300.000 empleos perdidos principalmente en el área industrial durante este año, y todos los “paliativos” apuntan exclusivamente a minar la capacidad de resistencia de las masas frente a estas medidas. La ciudad de Lota es la expresión más viva de esto. Respecto de la masa empleada, ésta subsistirá a condición de extremar aún más la tasa de explotación. Nuestro país encabeza la lista MUNDIAL de países en los que más tiempo se trabaja, superando inclusive a Corea y Japón, los resultados son igualmente elocuentes: Chile exhibe la segunda más alta tasa de suicidios y de maltrato infantil, y la tercera más alta de depresión (la OMS indica que se estima que un tercio de la población sufre de este mal).
2.- Que la concentración de capital y su extranjerización acarrea la concentración y endurecimiento del régimen en lo político. De un modo especial esto contribuye a fortalecer el sometimiento de la burguesía criolla al imperialismo, cuestión que de conjunto redunda en un incremento creciente de la opresión imperialista sobre nuestra nación. La patética impotencia del Régimen frente a la detención de Pinochet en Londres y la “pinochetización” del Gobierno; la fascistización de la formas de represión (sólo este año se ha encarcelado a 12 nuevos presos políticos) que ha merecido una nueva condena por parte de Amnesty Internacional, son un resumen de este fenómeno.
3.- Que la crisis interburguesa abierta con la recesión del 81 y que se expresó con la polarización entre la burguesía tradicional y los grupos económicos –fenómeno que acarreó inclusive el debilitamiento de la Dictadura pinochetista- ha terminado definiéndose ya de un modo más o menos definitivo a favor de los grandes oligopolios y de las transnacionales. Esto, lejos de darle estabilidad al régimen, lo transforma en una bomba de tiempo, toda vez que se hará más agudo el enfrentamiento entre el imperialismo y la nación oprimida.
LAS ELECCIONES, PINOCHET Y LA SOLTADA DE TRENZAS DEL RÉGIMEN
Dos días después de la detención de Pinochet, el pasado 16 de Octubre de 1998, señalamos que era necesario impulsar el castigo al Genocida solidarizando con el Paro Nacional del Magisterio que llevaba casi tres semanas de enfrentamiento con el gobierno. En ese momento apuntamos que la detención debía ser tomada como un punto de apoyo para las luchas en curso y que la caída del Dictador importaría necesariamente un debilitamiento del Régimen, por ser este anciano sanguinario uno de los pilares políticos del modelo.Igualmente señalamos que invariablemente Pinochet sería liberado, basándonos en que había sido apresado por la Justicia británica y española, igualmente genocidas. En esta última cuestión, la falta de una adecuada caracterización de la situación política europea –y especialmente inglesa- nos jugó una mala pasada: no vimos con toda claridad el peso de la lucha democrática al otro lado del Atlántico. Nos limitamos a formular un pronóstico alternativo basado en el peso que pudiese tener la lucha de masas para mantener a Pinochet detenido, hecho que caracterizamos en todo caso como un triunfo de la lucha de masas.
Nuestro error fue subestimar este último elemento a la hora de lograr que el genocida siguiese detenido. Hecha esta salvedad, nuestra concepción del problema demostró a líneas gruesas entera corrección: la crisis abierta en el Régimen producto de la detención de Pinochet no puede ser cerrada y consiste precisamente en que el “antipinochetismo” (nombre que asignamos a las ilusiones en la democracia burguesa en el Chile de hoy) ha sufrido un duro golpe. El Gobierno concertacionista ha debido demostrar a las claras su compromiso “carnal” con Pinochet, precisamente porque es un Gobierno de genocidas, que se asientan, se paran sobre el genocidio.
En este contexto, la formación de la llamada “Mesa de Diálogo” entre abogados de DDHH y las FFAA, constituye un paso –cuya efectividad aún está por verse- decisivo para establecer las bases de una ley de Punto Final a cambio de la entrega de información y de algunos agentes represivos ultraexpuestos (ex agentes de seguridad, oficiales directamente implicados en tareas operativas). Como certeramente la han definido las organizaciones de DDHH, la Mesa es “la pista de aterrizaje para la llegada de Pinochet”.
Esta cuestión ha incidido poderosamente sobre la campaña presidencial en curso, ya que la extrema derechización de la política gubernamental ha presionado a los candidatos para que se solidaricen con un línea tan antipopular –y políticamente tan inútil- como es la defensa del Genocida. Los principales candidatos con opción electoral, Lagos y Lavín, se han solidarizado con la política de Frei respecto de Pinochet que no es otra cosa que la línea de la burguesía criolla. Esta cuestión, como la falta de opciones que representan los candidatos en la pista de carrera, hace de la campaña electoral una mera repetición de las anteriores elecciones. Las masas irán a participar de las elecciones como simple reflejo de su ilusión en el sistema, pero sin que realmente crean que de esta elección pueda resultar un cambio en su situación actual. Hay ilusiones en el capitalismo, como simple expresión de la falta de una alternativa de tipo revolucionaria, e inclusive como resultado de la simple falta de verdadera oposición al Gobierno concertacionista.
Frente a este marco las demás candidaturas, la del fascista Frei Bolívar, que es un reedición de las candidaturas nostálgicas de los milicos; la de Hirsch, que apuesta a una polémica más agresiva en la cuestión de las libertades democráticas; la de Sara Larraín, que pretende nuclear a ONGs y reflotar una plataforma que permita sobrevivir a los proyectos ambientalistas; y la de Gladys Marín, que es la última versión del largo ruego de los comunistas por ocupar un espacio en el régimen; realmente, y así lo percibe la amplia masa, no representan siquiera una seria oposición al Gobierno. De ahí que su incidencia sea mínima en términos electorales y nula en términos del desarrollo de la lucha de clases.
Sin embargo, el rasgo más distintivo y elocuente de la actual conducta del Régimen lo representa su endurecimiento en términos de represión. La infame campaña en contra de los “encapuchados”, la militarización de la zona de Arauco-Malleco y la persecusión de activistas y dirigentes sindicales, marcan una tendencia que no se había observado en nuestro país en los últimos diez años. El Gobierno, incapaz de neutralizar los movimientos, se ve obligado a reprimir con dureza con la finalidad de impedir que estos conflictos se expandan, pero reprime de forma especialmente escandalosa porque crecientemente necesita del terror para paralizar a la vanguardia y desarticularla, de ahí la amplia cobertura que hacen los medios de comunicación de hechos que antes simplemente eran ignorados.
Esto, de todos modos, tiene muy poca viabilidad ya que es inconsistente con la vigencia de un Régimen que al menos formalmente trata de aparecer como democrático. Por otro lado, en la totalidad de los casos en que el Gobierno ha debido recurrir a estos métodos, ello ha sido empujado por la ausencia de un aparato burocrático ligado a los partidos del Régimen (Derecha, Concertación o PC). Efectivamente, tanto en el movimiento mapuche, como en algunas universidades y en franjas de activistas sindicales, la presencia oficialista-PC es virtualmente nula. Por ello sostenemos que de conjunto el Régimen aparece adoptando rasgos fascistas una vez que ha debido, como decíamos más arriba, necesariamente soltarse las trenzas.
EL PAPELÓN DEL PC Y LA CRISIS DE LA IZQUIERDA ¿QUÉ DEBEMOS HACER LOS REVOLUCIONARIOS?
El principal obstáculo que enfrentan las masas para desplegar todo su poder en el enfrentamiento al Gobierno concertacionista y a sus planes pro-imperialistas y antiobreros, lo constituye la ausencia de una dirección revolucionaria. Tal afirmación, que es uno de nuestros pilares programáticos, adquiere en nuestros días una vigencia dramática.
Hemos visto como uno a uno movimientos de gran magnitud en nuestro país ha perecido ante el más absoluto aislamiento, cuestión que pone en evidencia la obsolescencia de las direcciones de la izquierda, encaramadas en las principales organizaciones obreras y estudiantiles del movimiento de masas.
Este proceso se viene verificando durante el transcurso de esta década caracterizada por la falta de referentes que agrupen a la vanguardia. Resultado de esta inorganicidad es que pasados los movimientos no subsisten organizaciones capaces de aquilatar la experiencia adquirida, lo que redunda en que una nueva ofensiva de las masas las encuentra sin el más mínimo referente aglutinador.
Un caso especialmente ilustrativo es el del “encapuchado” Guillermo Schultz de la Universidad ARCIS, detenido y pasado a Fiscalía Militar como autor del lanzamiento de una bomba molotov a un carabinero que resultó por esto con el rostro quemado; este estudiante, luego de haber sido detenido, incomunicado y procesado como autor del delito de maltrato de obra, es –en fallo dividido- absuelto y desprocesado; en esta circunstancia, al salir de la Cárcel luego de un mes- Schultz sale diciendo que irá a pedir disculpas al Carabinero herido, que nada tenía que ver con la manifestación y que la Universidad ARCIS debía extremar medidas de control para impedir el acceso de agitadores a la institución.
¿Cómo podemos entender esta conducta, por lo demás tan común en estos presos políticos del “nuevo” tipo?. La respuesta no la podemos restringir ni limitar a especiales características de tal o cual. Ella debe ser buscada en las características de la vanguardia y en su entorno. Al ser detenido Schultz, como le ocurre a la generalidad de los encarcelados por el Gobierno, el aislamiento organizativo y político es total: los partidos (ni siquiera el PC) no los consideran presos políticos y nada hacen por ellos; sus propios compañeros, de débiles organismos sindicales o “colectivos” estudiantiles, tienden a retroceder y no tienen una concepción política mayor que les permita enfrentar la represión precisamente porque se trata de organizaciones meramente reivindicativas o “temáticas”; los propios presos, carecen de formación política, de una ideología o programa que les permita enfrentar la represión. Por eso la actitud de Schultz, defensiva, de negar su participación en los hechos y a ratos policíaca, es la viva representación de la ausencia de un programa revolucionario enraizado partidariamente en la vanguardia.
Este fenómeno de despolitización ha permitido a la burguesía seguir adelante en su ofensiva contra las masas. Ante la comprobada bancarrota de los partidos de la izquierda stalinista o socialdemócrata, se hace imprescindible la estructuración del Partido Obrero Revolucionario, el retraso en su estructuración no hará sino profundizar el retroceso político y la descomposición social a la que ésta conduce. El PC que oficia de “Mi Pie Izquierdo” del modelo, que se presenta como “la alternativa de cambio”, los “antineoliberales” y otras joyitas políticas, es el principal responsable de este proceso. Ellos han terminado aislando a la vanguardia, llevándola al despeñadero, en los 70 con la política frentepopulista con la que criminalmente condujeron a la masacre en la que desmbocó la UP, en los 80 con la banderita foquista del FPMR, en los 90 con el electoralismo democratizante más embrutecedor.
Con la candidatura de Gladys Marín, siguen en este último camino. Así como en Febrero del 98 –con el entusiasmo de las parlamentarias- lanzaron su burguesa “Plataforma Democrática de la Izquierda”, hoy día reflotan estas concepciones en el Programa de Gobierno de su candidatura. En este Programa, luego de algunas vagas definiciones izquierdistas en materia de DDHH (piden la anulación de la Amnistía y el juicio y castigo a los asesinos, pero no dicen qué tribunales aplicaran estas medidas), Salud y Eduación (No hablan ni de Educación ni Salud Gratuitas), se nos vuelven a presentar como descarados pro-imperialistas: plantean el desarrollo de una nueva fase de industrialización (exactamente el mismo planteamiento de la SOFOFA) con participación del Estado y particulares. Para ello no plantean ninguna tarea antiimperialista, ni de la más elemental de las defensas arancelarias, de hecho descaradamente declaran que están por una misteriosa “nueva forma de insertarse en la globalización”. Su postura es tan rastrera, que en una entrevista registrada en la página web de “La Tercera”, Gladys Marín dice que en un Gobierno del PC “los inversionistas extranjeros nada deberían temer pues lo que su gobierno buscaría es una relación armónica de ellos con los intereses nacionales”.
El verdadero objetivo de este “Programa”, es la incorporación del PC a la institucionalidad burguesa. Para ello proponen un Plebiscito que convoque a una Asamblea Constituyente que, textual, “termine con los Senadores Designados, Consejo de Seguridad Nacional, el sistema binominal y promueva la regionalización”. Esto es exactamente, calcado el Programa de la Concertación, con la sola diferencia de que para viabilizarlo proponen la realización de un plebiscito. En definitiva, se trata de un Programa democratizante, hecho a la medida de los intereses de la burguesía y el imperialismo con el cual se pretende recrear ilusiones en el putrefacto orden capitalista. Esta es la raíz política de la debilidad del movimiento de masas, quienes se presentan como izquierdistas no son más que impostores al servicio del gran capital.
Valdivia, junio de 1999
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