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CONTRA LA CORRIENTE

SINDICATO, PARTIDO Y REVOLUCIÓN•

Hablar de sindicalismo en Chile hoy en día, es hablar de su profunda crisis. Ella arranca de dos hechos de la realidad política que se nos presentan de forma demoledora: primero, cerca de un 80% de la masa asalariada (quizás más) carece de todo tipo de organización; segundo, los minoritarios sectores organizados, que cuentan con algún tipo de organización, se encuentran controlados por la burocracia sindical de orientación pro-burguesa y pro-imperialista.
            Dicho de otra manera, allí donde la burguesía no logró aplastar a los trabajadores física o ideológicamente, logró infiltrar sus organizaciones de forma de someterlas a su control.
            Este cuadro, por cierto desolador, ha generado viva polémica en la vanguardia que se reclama de la izquierda y de la clase obrera. En ella se observan las mismas tendencias que dan vida a las discusiones sobre los problemas de la revolución y el socialismo.
            Están quienes, siguiendo de cerca los planteamientos del PC y sectores del PS, sostienen que la salida a esta situación está por generar un movimiento de base, independiente de los partidos, autónomo. Nos hablan de un nuevo sindicalismo, y con ello se refieren a cuestiones puramente formales como el lenguaje, los símbolos y todo aquello que diga relación con la tradición de un sindicalismo que se les presenta como fracasado. Sin embargo, sus políticas siguen rigurosamente las corrientes y “cúpulas” que dicen criticar. Se trata de aspirantes a burócratas, que financiados por alguna ONG, aspiran a ocupar algún puesto en la CUT. Claro ejemplo de estos “alternativos” lo constituye el Movimiento de Autonomía Sindical (MAS) y el grupo que estuvo -sin mucha perseverancia- tras la idea de formar un Partido de los Trabajadores del tipo Lula, en Brasil.
            Hay otros que comparten, parcialmente, nuestra crítica a la burocracia sindical. Pero se limitan a criticar la falta de democracia, restándole toda importancia al contenido político de la misma.
            En estas líneas queremos abrir una polémica con todas estas concepciones de forma de dejar nítidamente delineadas las posiciones políticas del proletariado sobre el problema sindical.
            En primer lugar debemos señalar que, los sindicatos constituyen la forma elemental del frente único de la clase obrera. Esto supone que coexisten en su seno las tendencias más diversas del movimiento obrero y que pueden expresar libremente sus ideas y realizar una activa propaganda alrededor de ellas. La unidad se consigue rodeando a esas tendencias de todas las garantías para sus actividades, en ningún caso persiguiendo a dichas tendencias. En esto consiste la base de la democracia sindical.
            No somos partidarios de que la discusión sobre el porvenir de la revolución se margine a los sindicatos; por medio de esa discusión debe imponerse la auténtica vanguardia revolucionaria.
            La unidad y la democracia no quiere decir que los sindicatos vivan alejados de la actividad política y que los revolucionarios renuncien a sus ideas. De manera opuesta, sostenemos que los defensores de la clase obrera tienen el deber de exponer sus ideas ante las masas y que no debe temerse a sembrar discrepancias dentro de las organizaciones sindicales. La bien entendida democracia obrera debe permitir la unidad por encima de las discrepancias y a pesar de ellas. Las verdaderas discrepancias -cuando se enraízan en cuestiones de clase- no dividen sino que ayudan a superar políticamente el actual movimiento sindical contribuyendo a su verdadera unidad.
            Los trabajadores canalizan su actividad a través de dos organizaciones que le son propias: el sindicato y su partido político.
            El Sindicato aparece como consecuencia inevitable del desarrollo de la sociedad capitalista.  En escala mundial, el sindicato aparece con el avance de las consecuencias del divorcio entre la fuerza de trabajo (proletariado) y la propiedad de los medios de producción monopolizada por la burguesía.
            Como se ve, el Sindicato aparece por el impulso instintivo del asalariado, como ORGANISMO DE RESISTENCIA. De lo dicho se desprende que el Sindicato nace de manera necesaria e inevitable, como consecuencia de la propia evolución de la sociedad capitalista.
            Marx nos indica, en su obra “Miseria de la Filosofía”, que “ La gran industria aglomera en un mismo lugar a una masa de personas que no se conocen mutuamente. La concurrencia separa sus intereses. Pero un interés, común a todos y opuesto al patrón, evita que baje el salario y une a los obreros en un mismo pensamiento de resistencia: la coalición (sindicato, Edit). Por tanto esta persigue siempre un doble objetivo: acabar con la competencia entre los obreros, a fin de ponerse en estado de competir con el capitalista mediante el esfuerzo común. Si el primer objetivo de resistencia no ha sido otro que el de mantener inalterables los salarios, luego, a medida que se unen los propios capitalistas con el objetivo de frenar a los obreros, las distintas coaliciones de éstos últimos se forman en grupos, y, ante el capital siempre unido, la conservación de la sociedad de resistencia se convierte para ellos en más necesaria que el propio mantenimiento del nivel de los salarios... En esta lucha, verdadera guerra civil, se unen  y desarrollan todos los elementos necesarios de los combates futuros... Al llegar a esta fase, la coalición toma un carácter político”.
            La necesidad de la estructuración de un organismo superior al sindicato, que permita contener programáticamente la lucha de los explotados por su liberación, se desprende del carácter político de toda lucha obrera. En este sentido el “Manifiesto Comunista”, señala que la lucha sindical a menudo puede arrojar victorias para los obreros, “pero no por mucho tiempo. El resultado substancial de su lucha no es el éxito inmediato, sino una cohesión cada vez más creciente entre ellos... No se necesita más que este contacto para que la lucha de los obreros de las distintas localidades, que tiene el mismo carácter en todas partes, se convierta en lucha de clases en todo el pueblo. Pero, toda lucha de clases es una lucha política”.
            La importancia del sindicato no es otra que el ser el medio organizador de la clase obrera -si se quiere el medio natural y elemental- y la escuela en que aprende la solidaridad, aprende a luchar por sus intereses y madura para poder asimilar la política socialista.  Es en este sentido que Marx y Lenin dicen que los sindicatos son verdaderas escuelas de comunismo.

 

· LA TRANSFORMACIÓN DE LA CLASE EN SÍ, EN CLASE PARA SÍ.
            No olvidemos el papel que juega el sindicato en esta evolución, hemos indicado más arriba que los sindicatos nacen como consecuencia de los movimientos espontáneos de los trabajadores y centran casi toda su actividad a los aspectos limitadamente económicos. Se puede decir que en sus albores el sindicalismo no es más que la expresión de la espontaneidad de los trabajadores.
            Sin embargo, no debe olvidarse que toda acción espontánea ya contiene en su seno elementos que, al desarrollarse, concluyen sentando las bases de la conciencia de clase de los explotados. En otras palabras, el sindicato al agrupar a los obreros y al colocarse como una potencia frente al patrón, define a la clase en sí.
            Toda la historia del movimiento sindical mundial enseña que los sindicatos tienden a permanecer indefinidamente en esta etapa primitiva y sobre ella se levanta esa desviación que proclama el neutralismo político de las organizaciones obreras y la necesidad de que únicamente se limiten a la lucha por mejores salarios.
            A pesar de todo esto, como quiera que los sindicatos agrupan a los trabajadores para la lucha diaria, les permite educarse, aprender a ser solidarios y les plantea problemas que necesariamente concluyen por colocarlos frente a las cuestiones básicas de la política, entre ellas la del poder.
            Hemos ya indicado que el sindicato, sin dejar todavía de ser el centro vital de la lucha económica, permite que los trabajadores eleven su conciencia hacia el programa socialista. Por ello decimos que el sindicato juega un papel de primer orden en el proceso de politización de la clase obrera. Para esta politización es imprescindible la intervención del partido revolucionario, el que no podrá cumplir su papel de tal sino a condición de intervenir en las propias organizaciones de masas.
            Por ello es tarea de todos los revolucionarios, un deber elemental, el contribuir a la formación de sindicatos -en tanto organizaciones de resistencia de las masas, no hacemos fetiche del nombre- y ayudarles a superar  las limitaciones del economicismo inicial.
            La transformación del proletariado en clase para sí, quiere decir que adquiere conciencia de su fuerza y de sus intereses históricos, que se plantea la necesidad de desarrollar una política de clase consecuente e independiente. Esto importa que la lucha económica se transforma necesariamente en política y que el deber revolucionario consiste en acelerar esa transformación. La lucha económica debe transformarse en lucha política y ambas deben dar cuerpo a una lucha única de clase, del proletariado.
            Es necesario que los revolucionarios intervengan resueltamente en la lucha sindical de tipo económica, desplegando en ella de forma clara e inequívoca la estrategia de la Revolución y la Dictadura Proletarias. Ello no significa que mecánicamente debamos plantear tal consigna frente a cada paso que de una lucha determinada, la tarea es muy superior: consiste en explicar creadoramente a los obreros que su organización, su reclamo salarial o de condiciones laborales, que la simple lucha por zapatos de seguridad y capa para la lluvia (llueve en estos momentos copiosamente sobre Valparaíso), se conecta transicionalmente con el poder. Que el más elemental de sus reclamos, si es sostenido con consecuencia, ha de llevarle al proletariado a un enfrentamiento de la clase por el poder social.

 

· SOBRE EL APOLITICISMO FASCISTA Y APOLITICISMO “DE IZQUIERDA”
            Uno de los “aportes” del pinochetismo, y que ha impregnado a la totalidad de los aparatos sindicales desde el gremialismo al stalinismo, lo constituye la idea de que el éxito de todo sindicato radicará en su “independencia”, la “no injerencia de la política partidista” y ese tipo de lindezas, con las que con total descaro se pretende castrar a los obreros de toda capacidad para pensar en algo que vaya más allá de su taller. Se pretende embrutecer al obrero en su entorno doméstico, cercenándosele su carácter de clase social con aspiraciones e intereses propios y antagónicos con los de la clase dominante.
            Hay quienes, de manera imperceptible, al no plantear la tarea del proletariado de construir su propio partido político (como es el caso del llamado Comité de Unidad Sindical (CUS)), decaen en concepciones sindicaleristas las que han sido utilizadas por todos los enemigos de la actividad política de los sindicatos.
            Así, la vieja consigna marxista de que “LA EMANCIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES SERÁ OBRA DE ELLOS MISMOS”, es prostituida y desvirtuada de su carácter revolucionario, para pretender sostener que con ella Marx hubiese aconsejado a los trabajadores que rechacen a todos los elementos políticos.
            Algo más, se ha pretendido interpretar tal sentencia como si quisiese significar que las organizaciones obreras deben únicamente limitarse a la lucha por mejores condiciones de vida y trabajo.
            Lo que verdaderamente se sostiene con la ya aludida consigna, es que la clase obrera debe emanciparse totalmente de la influencia ideológica de la burguesía y de las otras clases sociales (los planteamientos sobre la supuesta prioridad del “trabajo poblacional”), para poder constituirse como partido político independiente de las mismas .
            LA EMANCIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES SERÁ OBRA DE ELLOS MISMOS” quiere decir, pues, que esa emancipación será dirigida por el partido político del proletariado y no por ningún otro. Esas palabras fueron escritas para la I Internacional -madre ideológica de la IV Internacional, cuya reconstrucción propugnamos-, el primer intento de poner en pie el Partido Mundial de la Revolución Socialista.
            En escala internacional, se han liberado descomunales batallas por parte de los marxistas contra quienes sostenían la peregrina tesis de que los sindicatos debían mantenerse neutrales con referencia al partido del proletariado inclusive. Esta postura oculta, en definitiva, que nunca ha existido un verdadero apoliticismo en el campo sindical; de un modo consciente o inconsciente, siempre se ha adoptado o apoyado una determinada posición en el plano político.
            La CUT, portavoz del apoliticismo e independencia de la Central respecto del Gobierno, no ha hecho otra cosa que seguir rigurosamente la POLÍTICA del imperialismo, lo que han calificado, no sin cierta burla, como “sindicalismo moderno”. La campeona en estos planteamientos lo fue, ¿existe aún?, la fascista CDT del chupasables Hernol Flores. En realidad, la historia así lo ha demostrado, son precisamente los sectores reaccionarios -inclusive anti-sindicales- los que piden a los sindicatos que sean neutrales... ante sus enemigos.
            Combatiendo contra el apoliticismo, debemos sostener que el sindicato debe ser organizativamente independiente, pero no neutral, no “asexuado” en materia política. El apoliticismo, que aleja a los obreros del programa y estrategias que les son propias, sólo sirve a los reaccionarios.
            El apoliticismo en cualquiera de sus vertientes, inclusive las “buena onda” (que repugnan inclusive ser llamadas de izquierda, como si ese apelativo les cupiera, tipo filo zapatistas o Mov. Autonomía Sindical); inclusive las que cuentan en sus filas con supuestos “trotskistas” (tipo Jean Massa); inclusive el ya mencionado CUS que no toma posición frente al problema del partido y prefiere hablar en el aire de “dirección”; todos ellos, en definitiva, se orientan ideológicamente conforme a los intereses de la burguesía aunque algunos de sus militantes  honestamente piensen lo contrario.

 

· LUCHA ECONÓMICA Y LUCHA POLÍTICA.
            Hay quienes gustan de establecer una barrera infranqueable entre la lucha económica de la política y, basándose en este absurdo, plantean la necesidad de introducir la división del trabajo entre el sindicato y el partido político, de manera de que no se interfieran las referidas organizaciones.
            Este es precisamente el planteamiento que han venido agitando como novedad los reformistas desde el siglo XIX, desde la Socialdemocracia (quebrada definitivamente en 1914 cuando este mismo reformismo los lleva a votar favorablemente los créditos de guerra de sus respectivas burguesías, sirviendo a los intereses de “sus” burguesías), hasta el stalinismo de todo pelaje. La supuesta incompatibilidad entre ambas luchas económica y política, más bien dicho, su supuesta falta de continuidad, descansa sobre la premisa teórica de la revolución por etapas; primero se han de agotar las tareas democráticas (lucha económica) y luego (ese luego debe leerse como “nunca”) se han de realizar las tareas socialistas (lucha política).
            Por nuestra parte, reivindicamos la línea de Marx, Lenin y Trotsky sobre la materia. La lucha de clases comprende de forma indisoluble y permanente, tanto la lucha económica como la lucha política, y son los revolucionarios los que deben ir moldeando la conciencia de los explotados, interviniendo en sus sindicatos y en la experiencia diaria de su lucha, de forma de potenciar ambas luchas como LUCHA DE CLASES. Es por esto que, en último término, el partido del proletariado debe imprimir un carácter político a la lucha sindical y dirigir la lucha económica.
            En este orden resulta especialmente ilustrativo el acuerdo del Congreso de La Haya (1872), congreso en el que la I Internacional escinde a los bakuninistas (anarquistas):
“ En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede obrar como clase sino constituyéndose él mismo en partido político distinto, opuesto a todos los antiguos partidos formados por las clases poseedoras.
“ Esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y de su fin supremo: la abolición de las clases
“ La coalición (sindicato,Edit.) de las fuerzas obreras obtenida ya por medio de la lucha económica, debe servir también de palanca en manos de esta clase en su lucha contra el poder político de sus explotadores.
“... la conquista del poder político viene a ser el primer y gran deber del proletariado”.
            De este modo, debemos concluir que el marxismo ligó en un solo haz inseparable las luchas económicas y políticas de la clase obrera.
            No ignoramos -en nuestra concepción permanentista de la revolución- la lucha por las reformas o reivindicaciones inmediatas, las apoyamos incondicionalmente. Donde nos diferenciamos con los “sindicaleros” de todos colores -en estricto rigor estos últimos ni siquiera defienden consecuentemente las luchas “inmediatas”- es que transformamos estos reclamos en palancas en la lucha por el poder político, les damos el carácter de transicionales, las politizamos.
            En extricto rigor, la mentada independencia de clase del proletariado, únicamente puede efectivizarse a través de su propio partido y programa políticos. Sin partido, aún con los sindicatos más “revolucionarios”, la clase obrera no logrará emanciparse de la tutela ideológica de la burguesía. Tal ocurrió, por ejemplo, en la Bolivia del 52 con Tesis de Pulacayo y todo.

 

· LAS TAREAS DE LA NACIENTE FEDERACIÓN SINDICAL DE TRABAJADORES (FST)
            Desde su constitución, la cual ha sido apoyada incondicionalmente por nuestro Comité Constructor del POR,  la FST se ha planteado como un organismo que aspira a agrupar a los trabajadores bajo sus propias banderas e intereses, en la perspectiva de dar nacimiento a un auténtico sindicato: de masas, asambleario, clasista y movilizador. En este orden su necesidad histórica no puede ser menos que imprescindible si atendemos al nivel de desarrollo de la organización y movilización obrera, especialmente en Valparaíso.
            Sin embargo, debemos hacernos cargo de un conjunto de problemas cuya resolución permitirá seguir avanzando en la ruta que nos hemos trazado. Tales cuestiones son:
1.- DEBEMOS RECHAZAR TODO FETICHISMO EN MATERIA ORGANIZATIVA, vale decir, debemos procurar en todo momento ver la REALIDAD del movimiento obrero a objeto de darle una expresión sindical y política de corte revolucionario. Esto supone estar atento a las luchas concretas que se den los trabajadores y no sólo seguir, sino que estimular, las organizaciones que se generen en las mismas.
            Ello por cuanto hay que ver el contenido y carácter de las organizaciones obreras más que a su denominación o manifestación jurídica, esto es especialmente válido si se tiene en cuenta que en la medida que los trabajadores van saliendo de su letargo, van ocupando los diversos espacios que obtiene en sus luchas, sin que obligatoriamente se deba seguir una senda lineal. No olvidemos que en sus orígenes el movimiento obrero, arrancó utilizando en sus luchas los Socorros Mutuos, Clubes Sociales, Ateneos, etc. y lo que permitió su potenciamiento fue que la vanguardia de aquél entonces, los Olea, Escobar, hasta Recabarren (su máxima figura), supo reconocer su carácter e impulsar las Sociedades en Resistencia, Mancomunales, Federaciones, todos auténticos organismos sindicales, de resistencia y lucha.
            En este marco, la FST debe ser planteada principalmente como un referente en el proceso de reorganización del Mov. Obrero, especialmente su vanguardia, pero no podemos excusarnos de ir a las luchas e inclusive debemos abandonar formalmente a la FST, para proseguir el proyecto de fondo en otro organismo que haya logrado nuclear a la masa obrera en lucha. Nuestra estrategia no puede ser la FST en sí, sino que su contenido programático que le da vida.
2.- DEBEMOS PROMOVER LA UNIDAD SINDICAL Y COMBATIR EL SINDICALISMO DE TIPO “IDEOLÓGICO”, con ello queremos significar que la FST, respecto de los trabajadores organizados, debe presentarse principalmente como una CORRIENTE SINDICAL CLASISTA Y REVOLUCIONARIA, instando a los activistas de las organizaciones existentes a fortalecerlas proclamando la lucha antiburocrática y la defensa inquebrantable de la unidad obrera. No nos interesa la conformación de un sindicato “rojo”, como planteó Stalin en el tercer período.
            La base de la politización sindical que defendemos, es a partir de este principio, la de la unidad obrera. Resulta indesmentible que la generación de organismos sindicales “ideológicos”, que a algunos “izquierdistas” pueda parecer políticamente puro, constituye en sí mismo una derrota paralizante para los trabajadores.
            El imperialismo, desde hace mucho tiempo trabaja en esta perspectiva, dando el vamos a múltiples centrales (CDT, CAT, etc.) que responden a diversas capillas burocráticas socialcristianas, socialdemócratas, stalinistas, “buena onda”, etc.. El ejemplo argentino y más lejos, el español, donde existe este sindicalismo “ideológico” son elocuentes y hablan por sí solos de la parálisis que han importado para el movimiento obrero.
3.- DEBEMOS ABORDAR EN LO INMEDIATO LA CONSTITUCIÓN DE UN ORGANISMO CON EXISTENCIA LEGAL, ello nos permite mayor libertad de movimiento para nuestra actividad de propaganda y nos permite nuclear desde ahora a los trabajadores que estamos comprometidos en este proyecto.
            Por su naturaleza debe ser un sindicato de trabajadores interempresa, que acepte a independientes y que se vaya planteando vías de acción para su diversificación en las distintas ramas productivas. Como hemos apuntado más arriba, este espacio es gigantesco y tiene como límite nuestra propia capacidad y entrega militante.
            Existen sectores especialmente aptos para este trabajo, en el que se debe aprovechar a los compañeros que están con nosotros, tal como ocurre en el gigantesco y desorganizado gremio de la construcción que en nuestra zona congrega a varios miles de obreros de forma estable desde hace unos diez años. El boom inmobiliario, que partió quizás con la folklórica construcción del Congreso Nacional en el puerto, no ha parado y no parece reflejar una contracción fuerte en el corto plazo. Hay que discutir esto minuciosamente, para no repetir errores que se han cometido en el pasado (trabajo clandestino, semiclandestino y legal).
4.- DEBEMOS DESARROLLAR UN PLANTEAMIENTO DE ORGANIZACIÓN PARA LOS CESANTES, las tasas de cesantía (sin considerar las tasas encubiertas) son en nuestra zona de las más altas del país junto con Concepción. Nuestra clase obrera y la sociedad ya tienen antecedentes traumáticos (crisis del 81), de las terribles convulsiones, que se reeditan cíclicamente, pero nos acercan cada vez más a la barbarie.
            La crisis mundial a la que asistimos hoy, la del “Sudeste Asiático”, es una de estas crisis y no sabemos como terminará. Estas crisis brutales son imparables y se originan en el ya caduco y obsoleto régimen capitalista. Esto es lo que hunde en la putrefacción al conjunto de la sociedad, los mercados mundiales (incluido el MERCOSUR), están abarrotados por la competencia entre las facciones capitalistas, lo que ocasiona sobreproducción y recesión económica.
            Esta crisis se descargará sobre las espaldas de los trabajadores y ya lo estamos viendo dramáticamente en casi todas las áreas de la producción, especialmente la industrial. Ello significa despidos masivos, suspensión de relaciones laborales, trabajo por pieza, y en general aumento de la explotación.
            La cesantía no es coyuntural o transitoria -por cierto nada tiene que ver con la “flojera” del chileno, como estúpidamente se afirma- ella está en las raíces del capitalismo. Por lo tanto no hay planes ocupacionales, innovaciones técnicas que puedan “erradicar esta lacra”. La cesantía crecerá y se mantendrá por años haciéndose crónica, no hablamos de un ejército industrial de reserva, sino de una masa creciente de fuerza de trabajo crónicamente excedentaria (ahí están los cantores de micro, los ambulantes, parquimetreros, etc.).
            No hay Lavín capaz, con sus ridículos planes de empleo juvenil, de encubrir la total incapacidad de la burguesía y su Gobierno, para resolver su propia enfermedad: EL CAPITALISMO YA NO ASEGURA EL TRABAJO A SUS ESCLAVOS.
            La única salida es la organización de los propios cesantes y la lucha para imponer sus reclamos, la defensa del PLENO EMPLEO y un salario acorde al costo de la vida, son banderas que jamás debemos arriar y serán los ejes de los reclamos. En lo inmediato subsidio general de $300.000.- sin límite de tiempo a todos los cesantes sin prestación de servicios. Ante los posibles despidos, reducción de la jornada de trabajo sin afectar el salario. Si una empresa quiebra, que siga funcionando bajo control obrero.
            Es necesario dar cuerpo a un  plan de lucha con tales objetivos, la experiencia argentina del Neuquén (Pza. Huincul, Cutral-Co) debe servirnos como referencia, allí los desocupados (piqueteros, fogoneros) estuvieron a la cabeza.
· CONCLUSIÓN
            Sobra decirlo, la tarea recién comienza, pero ha comenzado por lo que debemos ser responsables con los compromisos que ya hemos asumido y que están reflejadas en los documentos que expresan la intensa discusión sobre estas cuestiones.
            Sindicato, Partido y Revolución, pretendieron ser extirpados de la conciencia política de los obreros en Chile. Pero el capitalismo está herido de muerte y nada puede detener el incontenible poderío del proletariado cuando este se alza en contra de sus explotadores.
¡ MUERTE A LOS CAPITALISTAS CHUPASANGRES Y PARÁSITOS!
¡ VIVA EL PROLETARIADO, VIVAN LA REVOLUCIÓN OBRERA Y EL SOCIALISMO MUNDIAL!

Valparaíso, abril de 1998

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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