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CONTRA LA CORRIENTE

EL P.O.R. EN CHILE: DIEZ AÑOS DE LUCHA REVOLUCIONARIA

EL P.O.R. EN CHILE: DIEZ AÑOS DE LUCHA REVOLUCIONARIA

 

 

 

 

los orígenes
Hace diez años, en la primera quincena de Junio de 1992, un pequeño grupo de revolucionarios dio nacimiento al Comité Constructor del Partido Obrero Revolucionario, en la Población Santa Julia de Viña del Mar. Bajo la conducción de un viejo militante de la Organización Marxista Revolucionaria (OMR), tendencia trotskysta que se construyó en torno al Cordón Industrial Pesquero y Servicios de Talcahuano. Este grupo reunió principalmente a universitarios que venían en un proceso de ruptura con el morenismo, expresado en aquella época en Chile en el Movimiento al Socialismo (MAS).

            La lucha desplegada por la vanguardia estudiantil a comienzos de los 90 fue la más radical de aquella época y encontraba en la Universidad de Playa Ancha (UPLACED) en Valparaíso, uno de sus puntos más altos, mientras en la misma zona otras Universidades ya experimentaban el desgaste de las sucesivas derrotas estudiantiles. Fue precisamente al calor de estas luchas, de la Toma del 92, de las grandes movilizaciones universitarias que nuestra organización logra estructurarse. Tampoco es accidental que este vigoroso movimiento concitara la atención de otros sectores sociales, de ahí que se estrecharan vínculos con otros militantes y se buscara una referencia política internacional.

            El morenismo del que provenía el grueso de nuestra militancia se encontraba en una profunda crisis, consecuencia de su orientación colaboracionista para con la Transición Aylwin-Pinochet y como resultado de la devastadora lucha de camarillas al interior de la llamada Liga Internacional de los Trabajadores morenista (LIT-CI). La crisis del morenismo, como de toda la izquierda democratizante post- Muro de Berlín, era consecuencia directa de su adaptación al régimen burgués, su capitulación al electoralismo y de su definición en favor del llamado “Socialismo con democracia”.

El MAS se limitaba a indicar que había que “desconfiar” de Aylwin, luego de haber capitulado en toda la línea apoyando el NO en el Plebiscito de 1988 y de apoyar a los candidatos “de izquierda” que integraban la lista parlamentaria de la Concertación, el 89. El MAS se jugó de lleno por Aylwin y la transición, se jugó en definitiva por la política del imperialismo. Unos meses después de nuestra ruptura en Junio del 92, en el mes de Noviembre, el MAS protagonizó un hecho inédito en la historia política nacional: la mayoría de su Comité Central llevó a su Congreso la propuesta de la autodisolución con la finalidad de dar paso a un círculo de estudio, que pueda resolver los problemas teóricos que atravesaban en aquella época al marxismo, como consecuencia de la caída del stalinismo.

            El grupo de estudiantes que dio nacimiento al POR en Chile, venía de haber dado una feroz lucha en el interior del MAS en torno a la política a desarrollar en el movimiento universitario. Sin embargo, en esta lucha no se alcanzó a desarrollar una crítica profunda al morenismo. Si bien es cierto lograron apuntar correctamente a cuestiones de principio que le permitieron acercarse a la política del proletariado, el proceso de ruptura con el morenismo no logró consumarse sino hasta varios años después de fundado el POR.

En lo inmediato, la ruptura tuvo lugar en medio de la larga Toma de Mayo-Junio de 1992 . En esta Toma, la Federación de Estudiantes (FEUP) era conducida por las JJCC y el MAS con una clara orientación de conciliar con el Gobierno de Aylwin. Nuestra organización –en ese entonces una fracción del MAS- profundizó su ruptura política sobre la base de la línea de efectivizar la Toma, de forma de potenciar a la UPLACED como una referencia para impulsar un Paro Nacional Indefinido. A pesar de esto, nuestra definición era centrista ya que planteaba que la lucha contra el Crédito Universitario se definía a favor del Arancel Diferenciado como paso “previo” a la Educación Gratuita. Tampoco se ponía en el centro de la lucha la cuestión del Gobierno Universitario expresado como Claustro Triestamental. A pesar de nuestra lucha y nuestra clara definición antigubernamental, era evidente que  nuestra ruptura con el morenismo era aún un proceso en ciernes.

            Diversos factores incidieron en la lenta ruptura con el morenismo. Como cuestión fundamental debe ubicarse la derrota sufrida por las masas a consecuencia de la imposición del plan imperialista de “Transición a la Democracia”. El repliegue de las masas ligado al extraordinario fortalecimiento de las ilusiones democráticas, provocó no sólo el aislamiento de los sectores en lucha, sino que además de un modo muy especial el aislamiento de los grupos o tendencias revolucionarias en el interior de los partidos y corrientes de Izquierda.

            La ausencia de una vigorosa actividad del proletariado volcó a estos grupos de vanguardia, de tendencia revolucionaria, a un propagandismo fácil y sectario que en general no logró salir de las aulas universitarias y llegar a la clase obrera. Este fenómeno de acercamiento de la vanguardia revolucionaria con la clase obrera, fundamental en el proceso de formación del partido revolucionario del proletariado, operó como un bloqueo para el desarrollo de cualquier tendencia que se planteara combatir la Transición con las banderas de la revolución obrera.

            Nuestra organización, sobre todo en sus primeros años, no escapó a este proceso histórico. En la primavera de 1992, en una entrevista para la Revista  “Solidaridad” editada por un grupo de exiliados chilenos en Europa, llegamos a sostener que nuestra política respecto del resto de la Izquierda era “combatirla implacablemente” expresando de esta forma la idea de luchar contra el frentepopulismo, democratismo y legalismo del grueso de la Izquierda, especialmente el PC y el PS. Interrogados sobre si esta definición nos dejaba en el aislamiento, nuestra respuesta era que efectivamente nos aislaba de los colaboracionistas de clase, pero nos fundía en lo profundo con las masas.

            Esta definición, entregada al pasar en una entrevista que en su momento no mereció nuestra atención, resulta admirable en una época en que toda la izquierda estaba afiebrada con la democracia y el “fin de la historia” de Fukuyama. Era toda una proeza definirse frontalmente contra el Gobierno de Aylwin y la Transición, frente a la cual la izquierda chilena se encontraba totalmente sometida y no se animaba ni a mirarla a los ojos. Fue esta definición nítida la que permitió a nuestro grupo sobrevivir a un proceso político que prácticamente barrió con todos los grupos revolucionarios que se habían formado en la lucha contra la Dictadura Militar y asfixiaba cualquier tendencia que buscara enfrentarle.

            Sin embargo, a pesar de este mérito, este posicionamiento encubría también una clara debilidad, el sectarismo y la autoproclamación. Fruto del aislamiento ante las masas, que como señalábamos afectaba a todos los grupos de vanguardia; fruto de la incapacidad de elevarse programáticamente para comprender la realidad que pretendíamos transformar, de nuestra política devenía  el infantilismo sectario. Se buscaba romper este aislamiento mediante una línea de choque frontal con los aparatos, prescindiendo de una política que nos permitiera ligarnos a las masas. Por eso, la afirmación de que esta sola definición permitiría por sí sola –como afirmáramos en la referida entrevista- ligarnos  a las masas era equivocada.

            Es posible afirmar, en paralelo con las caracterizaciones de Trotsky sobre la Guerra Civil Española, que así como la Izquierda chilena estaba preñada de frentepopulismo, la vanguardia revolucionaria en Chile estaba y está,  preñada de “POUMismo” por su incapacidad de levantar frente a la capitulación del reformismo, el programa, la estrategia de la Revolución y Dictadura Proletarias. Tampoco escapábamos a esta definición, de hecho en nuestras primeras publicaciones a pesar de reivindicarnos de la Dictadura del Proletariado, formulábamos la consigna de Gobierno Obrero y Popular, característica del frentepopulismo chileno; en el mismo sentido obra nuestra definición a favor del Arancel Diferenciado, nuestra ambigüedad para definir la Autonomía Universitaria .

            Una cosa fue romper con el aparato democratizante del morenismo y otra muy distinta forjarse como organización leninista, trotskysta. Este camino largamente recorrido aún lo transitamos. Con todas estas limitaciones, la estructuración de nuestro Comité Constructor en 1992, en medio de la descomunal bancarrota del stalinismo mundial, de la capitulación completa de la Izquierda al plan imperialista, debe reivindiacarse como una conquista de la clase obrera chilena. Una conquista en medio de una derrota generalizada y del desbarranque de la Izquierda, pero ante todo una conquista.

            Estos son los rasgos fundamentales que caracterizaron el nacimiento de nuestra organización. La ligazón con el referido militante “porista” de la ex OMR de Talcahuano, fue fundamental. A través de este vínculo nuestra tendencia logró acercarse al marxismo, vincularse e integrar al naciente Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI). Sin exagerar y con todas nuestras limitaciones, este vínculo con la militancia anterior al Golpe del 73 nos dio el carácter de una organización que expresaba la continuidad con la aguerrida vanguardia proletaria de aquellos años con la vanguardia de comienzos de los 90.

La construcción del Programa y la derrota política de la burguesía

            Abordar el aporte de nuestra organización a la estructuración del Programa Proletario importa, de alguna manera, referirse a por qué es necesario construir el POR, la Sección Chilena de la IV y no otra organización. Vale decir qué es lo que justifica la construcción del POR y lo hace imprescindible por encima de otra tendencia o grupo que se reclame del Socialismo y la Revolución Obrera.

            La estructuración de nuestro programa votado en el Congreso de Febrero de 1998, no fue el simple amontonamiento de reflexiones políticas. Fue el resultado consciente del esfuerzo de nuestro grupo de dar una respuesta global a las necesidades de la Revolución en Chile desde la definición estratégica de la Dictadura del Proletariado.

            Hemos navegado contra la corriente durante esta década, la cual ha sido dominada por las ilusiones en la democracia burguesa y por la abyecta capitulación de la izquierda stalinista y socialdemócrata al régimen de Pinochet y al Imperialismo. Sin embargo, en este proceso hemos logrado poner de relieve las principales tareas que convocan a los revolucionarios en nuestro suelo, como parte de la lucha por la Revolución Socialista Mundial.

            La estructuración del partido-programa proletario, para encarnarse en la lucha de las masas y llevarlas al poder debe consumar la derrota política de la burguesía. La experiencia del POR boliviano, la Tesis de Pulacayo, trazan una línea delimitatoria con la izquierda democratizante y consuman la derrota política de la burguesía altiplánica. Con todos sus errores y debilidades, el POR expresa esta conquista del proletariado boliviano en la senda de su emancipación como clase. La inalterable fidelidad del POR a la estrategia de la clase obrera, la Dictadura del Proletariado y su método, la acción directa, constituyen en sí la excepcionalidad boliviana y nos imponen la responsabilidad de conocer y criticar esta riquísima experiencia viva del marx-leninismo-trotskysta.

            El trotskysmo, el chileno en particular, tiene una deuda para con la revolución. Esa deuda es la de haber sido incapaz de estructurar el partido-programa proletario que le permita penetrar en las masas y liderarlas. El trotskysmo chileno, el pseudo-trotskysmo en realidad, incapaz de realizar su tarea histórica ha devenido en un amontonamiento de capillas impotentes para dar una lucha por la dirección de las masas. Es necesario, en este sentido, que se evalúe la experiencia de la Izquierda Comunista en los años treinta, su participación en el Parlamento porque esta escisión revolucionaria del Partido Comunista, con influencia de masas, terminó postrada ante la socialdemocracia. La respuesta la encontraremos en la falta de programa, de teoría que orientara su accionar revolucionario en el fragor de la lucha de clases.

            ¿Qué ha hecho nuestro Comité Constructor en una década de lucha?. Pues precisamente trabajar en el sentido que hemos anotado más arriba, poner en pie nuestro programa y batallar por agrupar a la vanguardia en torno a los principios y a la estrategia obreras. En buena medida esta lucha se reduce a dos cuestiones fundamentales de nuestro programa: la lucha contra el democratismo frentepopulista y la afirmación de la Dictadura del Proletariado y la Revolución Mundial.

            Durante la década del 90, el principal obstáculo que tuvimos y tenemos los revolucionarios para llegar a las masas lo han constituido las lozanas ilusiones en la democracia burguesa. Esas ilusiones democráticas han devenido en nuevas derrotas y han sido alimentadas por las direcciones contrarrevolucionarias del Partido Socialista y Comunista. Hemos asistido a un inédito proceso que combina la derrota de las masas con una renovación de las ilusiones democráticas.

            Frente a esta realidad, la intervención electoral, en términos revolucionarios ha copado buena parte de nuestros esfuerzos teóricos y organizativos. Dar una respuesta proletaria a la impostura de los electoreros del stalinismo y otras corrientes ha sido una necesidad de primer orden. Esto es, intervenir en las elecciones en la que tienen puesta su atención las masas con la finalidad de ayudar a superar y destruir las ilusiones democráticas. Esclarecer que mediante el la farsa electoral burguesa sólo se persigue “legitimar” la explotación capitalista. Esta postura elemental y de principios es rechazada y combatida por los electoreros que insisten en plantear que la lucha debe centrarse en la “profundización de la democracia”... burguesa.

            La definición a nivel de Programa de que el carácter atrasado y semicolonial de nuestra formación social, determina la imposibilidad histórica de la burguesía de realizar la más básica de la tareas democráticas o antiimperialistas, constituye un aporte de nuestra lucha política. Esta caracterización permite correctamente enfrentar toda la fraseología democratizante que alienta los delirios de la 2ª Independencia Nacional, la Revolución Democrática y otras caracterizaciones que descansan en la impostura stalinista de la revolución por etapas y la supuesta inmadurez de nuestro país para la revolución socialista.

            Este planteamiento, la caracterización de semicolonia y la madurez de nuestro país para la Revolución Obrera y de nuestra concepción de la política electoral orientada a superar las ilusiones democráticas, constituye el nudo programático que nos permite enfrentar toda concepción frentepopulista y de colaboración de clases en el proceso revolucionario. A la concepción menchevique-stalinista de Frente Popular, le oponemos la concepción bolchevique-trotskista  del Frente Único Antiimperialista.

Esto significa viabilizar el liderazgo del proletariado minoritario de nuestro país, sobre las amplias masas explotadas y oprimidas de la ciudad y el campo. La clase obrera chilena aún minoritaria, empequeñecida y desorganizada constituye la única clase social –por su papel productivo- capaz de liderar el alzamiento de los explotados y de la nación oprimida contra la burguesía y el Imperialismo. El proletariado timoneará la revolución arrastrando a las masas en un Frente Único Antiimperialista, bajo la estrategia proletaria, para resolver en un proceso de revolución permanente las tareas nacionales y democráticas, propias de las caducas revoluciones democrático burguesas, y las tareas propiamente socialistas. La revolución nacional y social forman parte en esta concepción permamentista, de un solo proceso revolucionario.

El segundo aporte esencial de nuestro Programa, lo constituye la afirmación de la Dictadura del Proletariado y de la Revolución Mundial como su marco político de desarrollo. Muchos grupos de izquierda, algunos que incluso se reclaman del trotskismo, reniegan de la estrategia de la Dictadura Proletaria (Gobierno Obrero y de los Explotados de la Ciudad y el Campo) o la posponen para otra “etapa” (resabio stalinista) y reemplazan esta definición de Gobierno por una intermedia: los famosos Gobiernos Obrero-Populares, de Trabajadores, de “los de abajo”, etc..

En este debate se nos acusa de puristas y pretenden señalar que un Gobierno de Trabajadores u Obrero-Popular es lo mismo, que bajo esos términos lo importante es la “toma del poder” más allá de nuestras disquisiciones que les parecen eruditas. No es así. La formulación del Gobierno por el que luchamos, nuestra estrategia es una cuestión de primer orden: define la mecánica de clases del proceso revolucionario, su carácter violento e insurreccional, su esencia internacional, el tipo de partido que hemos de construir y hasta el tipo de militante revolucionario profesional que aspiramos a formar. La estrategia de la Dictadura del Proletariado es el cimiento del programa y la política revolucionarias, en la actual época de descomposición capitalista, renegar de esta estrategia y buscar otra más “tragable” para la opinión pública arrastra a cualquier corriente hacia la marea democratizante, burguesa y colaboracionista de clases.

Cuando hablamos de Dictadura del Proletariado, que popularizamos en Chile como Gobierno Obrero y de los Explotados de la Ciudad y el Campo, expresamos que es el proletariado (la clase productora de plusvalía) y no otra clase la que debe imponerse sobre la masa laboriosa, trabajadora y oprimida. Es la clase obrera la única capaz de desarrollar una política comunista de expropiación de los medios de producción de la burguesía y en este proceso de liberar a la nación oprimida. Sólo los métodos insurreccionales y de acción directa abrirán el camino de los explotados al poder. La Revolución Chilena, proletaria y además nacional, sólo se consumará mediante esta Dictadura obrera y de las mayorías nacionales, sobre la minoría explotadora y antinacional.

Se trata de comprender científicamente las particularidades del proceso revolucionario en Chile, desentrañar como Programa las leyes que rigen el desenvolvimiento de la lucha de clases. Lo contrario conduce a la estéril y mecánica reiteración de análisis y caracterizaciones del pasado, negando la esencia del marxismo clásico: el materialismo histórico, creador, subversivo y revolucionario. Lo contrario nos lleva por la senda del comentarista radical pequeño-burgués. En este mismo sentido, nuestro Programa Mundial, el Programa de la IV, el Programa de Transición señala explícitamente que “Las peculiaridades del desarrollo nacional de cada país hallan su más viva expresión en la situación de los campesinos y parcialmente de la pequeña burguesía de la ciudad (artesanos y comerciantes) porque estas clases, por numerosas que sean, representan en el fondo sobrevivencias de formas precapitalistas de la producción. Las secciones de la Cuarta Internacional deben, de la forma más concreta posible, elaborar programas de reivindicaciones transitorias para los campesinos y la pequeña burguesía de la ciudad correspondiente a las condiciones de cada país. Los obreros avanzados deben aprender a dar respuestas claras y concretas a los problemas de sus futuros aliados”.
Esta definición nos plantea una vez más la cuestión de los métodos. Se ha hecho moneda corriente entre grupos de izquierda, como postura reactiva frente al fracasado petradismo foquista, el eludir la cuestión de la violencia revolucionaria y más concretamente la cuestión de las armas. Pareciera que se olvidaran que fue el propio Trotsky ni más ni menos que el creador del primer Ejército Rojo de la historia. No se trata de hacer declamaciones abstractas sobre la violencia y diluirlo en simples convocatorias a Huelgas, se diluye todo en “el accionar de las masas” y se condena el “terrorismo” también en abstracto. Las diversas posiciones frente al atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, revelaron esto: un amplio sector de la izquierda salió a condenar “al Imperialismo y al Terrorismo que voló las Torres”, en un claro centrismo pacifista. Muchas veces detrás de la condena al terrorismo individual no hay otra cosa más que la cobardía pacifista.
Pero veamos las cosas de manera más concreta. Las últimas movilizaciones el 21 de Mayo en Valparaíso fueron rubricadas por saqueos y enfrentamiento a la policía, lideradas por grupos de “anarquitos”. Muchos militantes de izquierda acusaron a estos grupos de provocadores y de desvirtuar los reclamos “reales” de sectores organizados (Profesores, Salud, etc.). Cuál es el problema aquí, es muy simple, si pequeños sectores chocaron con la marea democratizante timoneada por la burocracia tras sus reclamos “gremiales”, se debe precisamente a que ninguno de estos sectores (de sus direcciones burocráticas) es capaz de señalar al conjunto de las masas una línea de combate al Gobierno pro-imperialista de Lagos. Por eso pequeños sectores de vanguardia quedan aislados e incapacitados de jugar un papel de dirección de las masas. La respuesta es clara, la discontinuidad y aislamiento de la vanguardia respecto de las masas es el claro resultado de la ausencia del partido obrero revolucionario, de ahí que aparezcan como provocadores.
Siguiendo con el ejemplo, lo que correspondía a los revolucionarios en esa movilización era en primer lugar levantar una clara postura de llamado a combate al Gobierno de Lagos, buscando al unidad de todo el movimiento de protesta convocado ese día. Pero ese día también estaba convocada la policía, un gigantesco operativo pinocheteano de terror y ocupación militar del centro porteño. Frente a esta realidad los trotskystas debimos intervenir combatiendo ese operativo policial, organizando la resistencia preparando barricadas, educando a la vanguardia en la lucha callejera, en el corte de las Avenidas, haciendo mólotov, dejándolas escondidas en lugares del centro para pasar los cercos policiales, cortando la electricidad, etc.. En una palabra haciendo práctico, concreto el enfrentamiento no sólo político sino que físico al régimen.

En la misma línea el Programa de Transición nos indica que “La Cuarta Internacional tiene el deber de acabar de una vez por todas con esta política servil. Los demócratas pequeño-burgueses incluso los social-demócratas, los socialistas y los anarquistas gritan más estentóreamente acerca de la lucha con el fascismo cuanto más cobardemente capitulan ante el mismo. Las bandas fascistas sólo pueden ser contrarrestadas victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sienten tras de sí el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia en la redacción de una hoja liberal, sino en la fábrica y termina en la calle. Los elementos amarillos y los gendarmes privados en las fábricas son las células fundamentales del ejército del fascismo. Los piquetes de huelgas son las células fundamentales del ejército del proletariado. Por allí es necesario empezar. Es preciso inscribir esta consigna en el programa del ala revolucionaria de los sindicatos. En todas partes donde sea posible, empezando por las organizaciones juveniles, es preciso constituir prácticamente milicias de autodefensa, adiestrándolas en el manejo de las armas”. Como vemos Trotsky no se quedaba en la mera lírica sino que abordaba la cuestión en profundidad, conocedor de que el destino de la revolución se resolvía en definitiva en la lucha armada.

La lucha del trotskysmo HOY

Finalmente, como corolario a estas cuestiones esenciales de nuestro Programa, la lucha contra el frentepopulismo y la afirmación de la Dictadura del Proletariado, se encuentra nuestra definición de partido. El partido es funcional a nuestra definición estratégica y debe expresar en la lucha de clases nuestro Programa. Luchamos por construir un partido leninista, centralista-democrático, de cuadros profesionales (no funcionarios rentados), de combate y con una estructura clandestina. Ese partido ante todo es la sección chilena de la IV Internacional, porque el internacionalismo no es meramente declamativo y se expresa en la lucha por reconstruir la IV como Partido Mundial de la Revolución Socialista, un Estado Mayor de los explotados, su puño armado.

Sin ese partido, construido en términos leninistas, esto es a partir de su Programa sin el cual no hay acción revolucionaria, no es posible la victoria de las masas explotadas, no es posible que el proletariado ejerza su papel de caudillo de las masas insurrectas. La crisis de la humanidad es la crisis de dirección del proletariado, Socialismo o Barbarie, son conceptos que nutren la perspectiva marxista frente a la lucha de clases mundial. Estos conceptos nos dejan a las  claras que sólo el accionar resuelto de la vanguardia estructurada como partido-programa puede responder a los desafíos que nos plantea la situación mundial. El Socialismo no será parido de la sola crisis capitalista, será necesario que el proletariado sepulte el cadáver putrefacto de la sociedad fundada en la gran propiedad privada de los medios de producción.

En esta perspectiva resulta increíble que el trotskysmo, luego de cumplidos todos los pronósticos del Programa de Transición en orden al papel restaurador y contrararrevolucionario del stalinismo, no haya logrado capitalizar este acierto construyendo poderosas organizaciones revolucionarias y reconstruido la IV. La década de los 90, debió ser la década del trotskysmo y no lo fue, al contrario buena parte e las organizaciones que se reclamaban cuartainternacionalistas terminaron despedazadas como ocurrió con las corrientes de Mandel, Moreno, etc. y/o adaptadas a la democracia burguesa, travestidos en socialdemócratas.

La respuesta la debemos encontrar en lo que hemos sostenido como hilo conductor de este balance de los 10 años del Comité Constructor del POR: la estructuración del partido es el resultado de la penetración del programa proletario en la lucha de masas. Esa ha sido nuestra lucha y en ella recalamos para potenciar nuestro trabajo hacia la clase obrera.

En esta publicación, en la que reeditamos nuestro Programa y un conjunto de materiales desde 1992 hasta hoy, está la huella de lo que ha sido nuestra batalla todos estos años. Ahí están nuestro aciertos, pero también –quizás los más- nuestros errores y limitaciones, los publicamos para abrir un debate hacia el interior de la vanguardia y exponer por sobre cualquier otra consideración que nuestra línea en estos diez años ha sido de irrestricta fidelidad al programa y a la estrategia proletarias. Pocos grupos pueden resistir esta prueba y la mayoría, ante diversos virajes de la lucha de clases, terminan capitulando al orden burgués y abandonando la estrategia revolucionaria. Si nosotros hemos logrado esta consecuencia se debe exclusivamente a que hemos enfrentado la tarea de estructurarnos como partido-programa, aplicando el marxismo y sacando las conclusiones de nuestra propia historia, de la historia de la clase obrera chilena.

El 11 de Septiembre de 1973 el Golpe Fascista aplastó sangrientamente a una generación, ese río de sangre terminó por separar definitivamente al PS y al PC de la clase obrera y de la revolución. A partir de ese momento ese río de sangre separa a la clase obrera del frentepopulismo, de la UP del llamado “allendismo” que sin ningún empacho siguen reivindicando los stalinistas. Ese 11 de Septiembre la clase obrera y los explotados de Chile pagaron con sangre la ausencia de un partido obrero revolucionario. Esa profunda derrota trazó el camino de la segunda derrota que se perpetró contra las masas con la llamada “Transición Democrática”, la cual no pudo nuevamente ser resistida por las masas debido a la ausencia de ese partido revolucionario. Estas derrotas las seguimos viviendo hoy.

Nuestro homenaje a los caídos, a los desaparecidos, a los que soportaron en silencio la tortura, a los que cayeron en combate, a la clase obrera y a los explotados será la construcción de una poderosa sección chilena de la IV Internacional. Hemos caído en mil batallas, pero la lucha fundamental por una sociedad sin explotadores sigue más vigente hoy y se hace cada vez más necesaria y urgente. Los trotskystas levantamos orgullosos las banderas de la Revolución Mundial que levantaron Marx, Engels, Lenin y Trotsky, nos ponemos de pie y marchamos resueltos a ocupar un lugar en primera fila para aplastar el capitalismo y extirpar de raíz la explotación la miseria y el hambre de miles de millones a lo ancho y largo del planeta. Pondremos el pecho a las balas porque es ineludible en todo revolucionario, pero lo hacemos con la convicción de estar dando una lucha en defensa de los explotados y de todo lo que ha creado la humanidad en su historia. Damos esta lucha por la liberación del hombre de las cadenas de la explotación, por la Revolución Obrera, por el Comunismo.

1 comentario

Stanislavsky -

Como estan? bueno yo fui parte del MAS estuve en la federacion de estudiantes en 1992 y realmente no veo cual fue la linea "colaboracionista" que llevamos a cabo, pero eso no importa mucho a estas alturas, denle un abrazo grande a mi amigo Hugo Caballero (quien debe considerarme parte de la quinta columna del stanislismo en las filas trotskistas) y sepan que estoy muy orgulloso de haber compartido con muchos de ustedes las luchas de esos años.